Lejos de la creencia popular de que son agresivos, los perros de raza pitbull son muy agradecidos y, si son callejeros, dan el doble de amor a quienes los cuidan. Son guías de luz con un alma muy especial. Saben que han sufrido y que tú los has salvado, por ello, valoran la protección que ahora reciben.
Tal es el caso de Karma, un perro de esta tan injustamente denostada raza, quien fue dejado solo en las vías de un tren en el año de 2010. El animalito se escondió tras de unos arbustos, con una patita rota.
El dolor era tan intenso, que apenas le permitía moverse. Parecía que Karma le estaba haciendo honor a su nombre. La verdad es que sufría horrores. A pesar de que el perrito yacía en una zona transitada, las personas que lo observaban se conmovían, pero no se atrevían a actuar.
Y es que, precisamente esa creencia que no le hace honor a la verdad acerca de la supuesta fiereza de los pitbulls, hizo que muchos transeúntes tuvieran temor de acercársele.
Fue entonces cuando alguien quien conocía el número de contacto de la asociación de rescate de animales Home for Paws, se puso en contacto para denunciar la situación de Karma.
“Estando en manos de una organización rescatista tan reconocida y responsable como Hope for Paws, sin duda, Karma tendría un destino distinto”, dijo la persona.
Los voluntarios tardaron unos tres cuartos de hora en llegar al lugar. El líder del grupo, elegido para encargarse del salvamento, fue debidamente advertido de que se trataba de un pitbull. Sin embargo, su corazón de rescatista no diferencia entre un ser vivo y otro, de modo que no lo dejó en ese lugar aullando por ayuda.
El hombre se hizo de un poco de comida para intentar ganar la confianza del peludo. De inmediato, se dio cuenta de su docilidad y de que, en ningún momento se trataba del monstruo que todos decían, todo lo contrario.
Su debilidad era notable, sobre todo en aquella mirada triste y desolada. Aunque trataba de seguir batallando, el dolor lo castigaba restándole aún más fuerzas para seguir. El perrito parecía resignado a morir.
“El pobre perro parecía esperar la muerte en aquel lugar solitario. Sus ojos estaban tristes y ni al ver que iba a rescatarlo reaccionó, ni mostró alguna emoción”, dijo el voluntario.
Sin embargo, con paciencia y mucha experiencia, poco a poco el hombre fue logrando que aquel perrito sumiso cambiara de actitud y se dejase poner a salvo. Con caricias fue dejándose llevar y a sentir que su vida iba a cambiar.
Hoy en día se encuentra recuperándose y las posibilidades de encontrar una familia que lo quiera como se merece van en aumento. Como vemos, la realidad es muy dura: hay millones de perros vagando por las calles que terminan siendo sacrificados.
Al menos, sabemos que números han disminuido gracias a la adopción. Ojalá y el mundo cree conciencia y aprenda a valorar a todos los perritos de la calle. No son agresivos, son seres vivos con un inmenso amor para dar.
Comparte esta historia con tus amigos. Agradecemos a quienes se dedican a salvarlos, ya sea porque pertenezcan a una organización, o simplemente porque les nace desde lo más profundo de su corazón.