El hundimiento del Titanic es un hecho histórico que no sólo conmocionó a la sociedad del siglo pasado, sino que aún hoy en día, con más de 100 años de haber ocurrido, sigue –conmoviendo a muchos.
El trasatlántico que zarpó desde Liverpool con dirección a Nueva York llevaba en su interior a más de 2780 personas, y detrás de cada una de ellas guarecían las más tiernas historias.
El Titanic se hundió la noche del 14 de abril de 1912.
Seguro al pensar en esta tragedia viene a tu mente la historia de Jack y Rose, famosa por la película estadounidense, pero lo que pocos saben es que el Titanic también fue escenario de otro hermoso sacrificio de amor. En este caso los protagonistas fueron una joven y su amado perro Gran Danés.
Al menos 12 canes viajaban con sus dueños en el Titanic, sólo 3 de ellos se salvaron.
El nombre de la joven es Ann Elizabeth Isham, una estadounidense nacida en Chicago que para la época vivía con su familia en París.
Como era su costumbre, la mujer cruzaba todos los años el Atlántico para visitar a su hermano en los Estados Unidos y para 1912 decidió comprar el boleto y viajar en el barco para pasajeros más grande del mundo, toda una innovación para esa época.
Ann Elizabeth Isham.
Ann era una ferviente amante de los animales y a su lado tenía a un perrito que era su debilidad, un Gran Danés que la acompañaba a todas partes.
Su amor incondicional la impulsaba a viajar con su mascota cada año, lo que ella no sabía es que la noche del 12 de abril de ese año su amor sería puesto a prueba.
Isham viajaba en primera clase y en el momento en que se desató el caos por el hundimiento, fue llevada hasta la cubierta para que pudiese tomar uno de los botes en los que intentaban salvar a los pasajeros.
Lamentablemente su rescate no llegó a término, Ann se quitó el salvavidas cuando le fue negada la entrada de su perro al bote.
El animalito ocupaba la plaza de una persona y no podían llevarlo.
Al recibir esa noticia la amorosa Ann decidió bajar, entregar el salvavidas y con él la posibilidad de sobrevivir. La joven conocía perfectamente el peligro que corría pero prefirió sacrificarse antes de dejar a su perro abandonado y condenado a una muerte en solitario.
Días después de la tragedia los cuerpos de las víctimas flotaban en el mar y un marinero divisó una escena realmente triste. Una mujer parecía haber muerto mientras abrazaba a su perro, debido a las descripciones se especula que se trataba de Ann Elizabeth Isham, pues su cadáver nunca fue recuperado.
Algunos de los perros que también abordaron el Titanic.
Esta chica pasó a la historia como un ejemplo de petofilia por su increíble amor hacia los animales, un amor que incluso le hizo perder la vida.
En Vermont existe un monumento erigido en su memoria por su acto heroico e incondicional. Ann fue una de sólo cuatro mujeres que viajando en primera clase perdieron la vida, pues el resto logró salvarse.
Este acto es realmente conmovedor pero no ha tenido el reconocimiento que se merece, comparte esta historia y que el ejemplo de Ann Elizabeth continúe vivo en nuestros días.