Afortunadamente, en el mundo existen personas que tienen un corazón lleno de amor hacia los animales, que va más allá de la vida.
Es el caso de Gilberto Shedden, de Costa Rica, pescador local de profesión, mejor conocido como Chito, quien por más de 20 años mantuvo una amistad muy particular con Pocho, un cocodrilo de 4 metros y casi 460 kilogramos y fue encontrado moribundo a orillas del Río Parismina.
Un granjero le disparó a Pocho cuando este intentó atacar a su ganado. Desde el instante que Chito decidió salvarlo, comenzó la historia de esta gran amistad. Ellos mantuvieron una relación de plena confianza, que disfrutaron a plenitud, especialmente por las noches cuando se dedicaban a nadar juntos.
Sólo bastaba verlos unos minutos cuando charlaban para darse cuenta del maravilloso vínculo que los unía. Si lugar a duda, entre ellos había una química poco inusual.
Este reptil tenía un daño cerebral y había adoptado un comportamiento dócil y leal con este pescador. La presencia de otra persona en el agua implicaba un gran peligro.
Me mira a los ojos y sé que no me atacará».
Cuando Chito se ausentaba una semana, Pocho se mostraba decaído, sumergido en una profunda tristeza. Apenas se asomaba entre los árboles, el cocodrilo se animaba por completo.
Este pescador, tras rescatar a Pocho, acondicionó su finca para cuidar de él, preparó un pequeño estanque al lado de su casa. Le dio un hogar y le aseguró su manutención.
A pesar de la gran afinidad que había entre ellos, no fue sino hasta varios años que Chito se atrevió a tocarlo. Este hombre recuerda con especial cariño la primera vez que se bañó con él.
Estaba ahí parado, como invitándome a entrar. Lo hice como un juego, sin armas para defenderme, la verdad no me dio miedo, no lo pensé».
Lamentablemente, Chito vivió la penosa muerte de su gran amigo. El 12 de octubre de 2011, Pocho murió por causas naturales, este hermoso ejemplar tenía más de 50 años.
Chito organizó un funeral público para expresar el dolor que sentía por la partida de su gran amigo.
Conocidos y admiradores de Pocho se presentaron en la gran reunión que tuvo lugar en Siquirres, Costa Rica, para darle el último adiós y rendirle un homenaje.
Pocho era considerado un cocodrilo estrella, disfrutaba actuar con Chito, le encantaba escuchar los aplausos, se inquietaba cuando pasaba más de una semana sin escucharlos. La última presentación que tuvo fue muy emotiva, fue como si se despidiera de sus admiradores, según Chito.
Al lugar llegaron cientos de cartas y llamadas de condolencia dirigidas al desconsolado Chito, quien dedicó una canción muy emotiva a su amada mascota.
Pocho recompensó las atenciones dispensadas con su lealtad. Chito expresó que recibió de este gran animal su cariño a cambio de todo el cuidado que con amor le dio.
Este pescador estaba convencido que el cocodrilo vivió feliz con él, nunca lo obligó a quedarse, la malla que había colocado en al pozo era para los niños, el reptil podía derribarla en cualquier momento.
Hay una ley de Dios y la naturaleza, válida para todos los seres vivos. Dice que lo que usted da, usted recibe”.
El cuerpo del reptil fue entregado al museo de la ciudad de Siquirres, donde sería exhibido permanentemente. Los nativos de Costa Rica consideran a Pocho como un tesoro nacional y frecuentemente lo visitan.
La amistad de Chito y Pocho ha sido objeto de estudio de muchos biólogos que investigan a este tipo de reptiles. Todos se han basado en la misma interrogante: ¿Los cocodrilos tienen sentimientos?
Estos investigadores estaban de acuerdo que la lealtad era un concepto que el lagarto había aprendido, de lo contrario, no habría reconocido a Chito cada día.
Para los biólogos, el objeto de estudio de este cocodrilo tiene mucha semejanza con otro caso de un animal de su especie que llamó la atención, y que tuvo lugar en Nicaragua.
Un cocodrilo que ingresó al zoológico de Managua con un cuadro aparentemente depresivo tras ser maltratado durante muchos años, mientras estaba en el estanque de una plaza pública. Tanto fue la tristeza que este animal que no comió para entregarse a la muerte.
Eduardo Sacasa, biólogo que lo atendió, comentó que su impresión sobre ambos casos concluyó en que no cree que los cocodrilos puedan tener sentimientos, pero sin duda, estos dos casos son muy singulares.
Chito no comparte esa opinión: Él piensa que todo lo que tiene vida, tiene sentimientos. Es una creencia que la sostiene alguien que consiguió una verdadera amistad con un cocodrilo.
No se ve bien sino es con el corazón, pues lo esencial es invisible para los ojos».
Lo cierto es que este cocodrilo aparentemente vivió feliz. Muchos científicos y herpetólogos consideran que la lesión cerebral de Pocho influenció de manera significativa en su capacidad de amar a Chito.
Es muy importante recordar que tanto la naturaleza, como la esencia de cada animal debe ser respetada para su normal crecimiento y desarrollo. Nadie tiene derecho de limitar la libertad de ninguna especie.
Es una historia muy emotiva y particular. Compártela con tus amigos y familiares, los milagro de amor sí existen.