Al Refugio de Animales del Condado de Cuyahoga llegó un perro muy malherido que parecía tener siempre una sonrisa muy particular. Lo llamaron Squish por la forma tan única de su cara. Los doctores de inmediato empezaron a suturar sus heridas y tratarlo con una ronda de antibióticos.
Al principio los veterinarios pensaron que las heridas eran el resultado de una pelea con otro perro.
Sin embargo, su recuperación no fue nada sencilla y los exámenes médicos que le realizaron después demostraron que sus heridas se debían a algo mucho más grave. Danielle Boyd, su nueva dueña, compartió los funestos resultados:
“Todo apuntaba a que había sido golpeado intencionalmente por una persona, ya que no tenía otro tipo de fracturas o heridas que indicaran que había sido un trauma accidental como haber sido golpeado por un auto”.
La forma de sus heridas hacía que fuese imposible que el perrito comiera por sí mismo, ya que no podía abrir bien su hocico. Ante el diagnóstico tan grave, Squish fue puesto en la lista de perros a los que había que sacrificar, ya que no mostraba mejoras y comenzaba a sufrir mucho por su mala alimentación.
Las fracturas causaron que el pequeño perrito tuviera daños irreparables en su cráneo y en su mandíbula.
Sin embargo, Danielle ya comenzaba a entablar una fuerte conexión con el perro. Cuando Danielle lo alzó, el perro se mostraba muy aliviado y contento con el contacto humano. A pesar de todo el daño que sufrió y lo grave de su situación, el perrito sólo parecía querer dar amor:
“Gentilmente olió mi cara y trató de lamerme a pesar de que apenas podía sacar su lengua de entre los dientes”.
Danielle decidió llevar esa noche a Squish a su casa para que el pequeño pudiera tener una noche feliz en un hogar antes de ser sacrificado. Squish demostró que a pesar de todo, tenía la energía de un huracán, corrió sin parar por toda la casa hasta finalmente quedarse dormido. Al día siguiente Danielle decidió impedir que lo sacrificaran y darle una segunda oportunidad.
Squish tuvo que pasar por dos operaciones: una que recompusieron su mandíbula y otra en la que removieron su ojo afectado.
Ahora puede comer por sí solo y vive con la familia de Danielle en Texas. Es un perro muy contento y único gracias a su sonrisa retorcida y encantadora. Squish ha demostrado ser muy social, así que Danielle ha comenzado a entrenarlo para que trabaje como un perro de terapia:
“Quiero que visite a niños con discapacidades para que les recuerde que aunque puedan parecer distintos, no son realmente discapacitados”.
Adoptar a un perrito en las críticas condiciones de Squish requiere cuidados especiales y una atención mayor que la de cualquier otra mascota; pero sin duda, todo el amor que dan a cambio es la mejor recompensa.
No dejes de compartir esta conmovedora historia que demuestra la importancia de las segundas oportunidades.