Liza nació en un refugió después de que su madre fuera abandonada en la calle mientras estaba embarazada. Tanto la madre como todos sus cachorros estaban enfermos en el momento en el que ingresaron al refugio, pero después de una ardua batalla todos ellos pudieron recuperar su salud y crecer felices.
Cuando tenía tan solo 13 semanas de edad, Liza fue adoptada por Debi Kolak y su perrita Mona, las cuales rápidamente se convirtieron en mejores amigas. Mona y Liza hacían todo juntas, hasta que el otoño pasado ocurrió una tragedia: Mona falleció y dejó a Liza completamente desolada.
Debi se dio cuenta de que la pobre Liza se sentía sola sin su compañera Mona. Así que decidió irse a vivir con su novio, quién tenía dos terriers esperando que pudieran ser buenos amigos. Pero la pequeña Liza resultó ser demasiado enérgica para ambos perritos y no pudieron tener una buena relación.
Fue así como Debi tomó la decisión de adoptar un compañero de juegos para Liza, y comenzó a investigar diferentes refugios de animales en la zona, hasta que logró encontrar uno que tenía diferentes perros en adopción.
La mujer acudió al refugio con la traviesa Liza, habló con los encargados del lugar y conocieron a varios perritos entre los cuales estaba Murphy, uno de los residentes con más largo tiempo en el refugio que fue rescatado de la calle y ya había pasado por tres familias diferentes.
La profundidad de los ojos de Murphy parecieron hipnotizar a Debi y Liza
El perrito lucía tan triste como Liza, así que Debi pensó de inmediato que era el compañero perfecto. Los voluntarios llevaron a Murphy y a los demás perros al patio para que convivieran con Liza y ella misma pudiera elegir a su nueva compañera. Pero, para sorpresa de todos, ella casi de inmediato eligió a Murphy.
“Liza y Murphy tuvieron una conexión instantánea. Lo tuvimos un par de días en casa antes de adoptarlo y no entendíamos porque nadie le había dado una oportunidad, Murphy es un perro increíble”, dijo Debi.
Algo en Liza transformó por completo a Murphy y fue como si estuviera esperando por ella en todo este tiempo. A pesar de que Murphy ya casi les pertenecía, Debi aún tenía la misión de convencer a su novio de aceptar al perrito en casa.
El novio de Liza no quería más perritos en casa
Joel, novio de Debi, se mostraba renuente cuando ella le habló de Murphy hasta que se dio cuenta de que Liza y Murphy la pasaban muy bien jugando juntos. Además, los dos perros no deseaban separarse ni un momento y al despedirse para marcharse del refugio parecían llorar de dolor. Fue ahí que se dio cuenta que eran almas gemelas.
El hombre no tuvo más opción que abrir las puertas de su hogar a Murphy para que todos pudieran ser felices y sanar las heridas que dejó la muerte de Mona. Liza encontró a su nuevo compañero de juegos y Murphy por fin tiene una familia para siempre.
Esta historia nos demuestra que no hay amistad más pura que la de los animales. Ellos son capaces de crear vínculos estrechos de amor incondicional y amistad sincera, tal como sucedió con Murphy y Liza.
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