Es la pesadilla de todo ser humano que posee una mascota: su gato o perro querido se ha perdido y no se sabe dónde está. Todos sabemos la relación que se establece entre un niño o niña y su peludo. Sin embargo, el vínculo que se crea entre un paciente con autismo y un animal de compañía llega donde no lo hacen las palabras.
Lautaro es un pequeñito de 7 años de edad, aquejado por dicha condición mental. Es oriundo de San Juan, Argentina, y muy apegado a su perrita Canela. Un día, desafortunadamente, Canela desapareció y Lautaro sufrió muchísimo durante los tres días en que su perrita y mejor amiga estuvo perdida.
El hecho ocurrió el pasado sábado 28 de noviembre. Lautaro y Nancy salieron de casa en horas del mediodía, pero, por alguna razón, no pudieron llevar a Canela ese día. Tardaron apenas una media hora; cuando volvieron a casa, la perrita ya no estaba.
Según Nancy, su madre, después de lo sucedido Lautaro debió enfrentar incluso ataques de pánico e insomnio. Estaba realmente desesperado. Y es que, realmente el poder de los animales se extiende más allá de su presencia. Existen animales de terapia como Canela, cuya función es, precisamente, ayudar a tranquilizar y a generar confianza.
“Mi hijo dormía conmigo, tenía ataques de pánico y cuando le regalaron a Canela cambió mucho. Empezó a dormir solo y su forma de comunicarse cambió muchísimo”, dijo Nancy.
Pero, finalmente, un buen día se comenzaron a solucionar todos estos problemas que agobiaban al pequeño. Canela apareció de nuevo en casa, devolviéndole al niño la calma perdida y tan anhelada por él y por todos en la familia.
Después de tres días de intensa búsqueda y sin mayores detalles disponibles acerca de su posible paradero, Canela fue encontrada y volvió a los brazos de Lautaro, quien vivió un verdadero calvario esos tres días que parecieron eternos.
“Vivió su desaparición como si hubiese sido una eternidad. La pasó muy mal”, añadió la madre de Lautaro.
Por fin este niño adorable y puro podrá volver a conciliar el sueño junto a su mejor amiga y compañera perruna. Podrá recobrar la tranquilidad con su amada Canela al lado y, seguramente, ni él ni nadie en su entorno permitirá que esto vuelva a ocurrir. Hay demasiado en juego en esa relación como para no preocuparse.
Los beneficios de esta mágica interacción que se crea en la convivencia entre un niño con autismo y un animal en el ámbito de su hogar, se han trasladado al ámbito terapéutico. Aunque puede haber excepciones. A veces, el paciente rechaza el acercamiento al animal por miedo o tensión.
Lo habitual es que, de una manera paulatina y controlada se cree una relación natural entre ambos donde surja la comunicación, aunque sea no verbal. Un marco donde el perro facilite una interacción. Los niños como Lautaro no se sienten intimidados ni perciben que se invada su espacio, sino que todo fluye con naturalidad.
Comparte esta historia de amor por los animales con tus seres queridos. La energía y los hilos invisibles que se crean entre los niños y los perros, o cualquier otro animal, genera una alquimia que se traduce en una hermosa palabra: Empatía.