Hace poco se cumplieron 62 años del día en que el Programa Espacial Soviético envió a una perrita al espacio. Sabían que la pobre Laika no contaba con ninguna oportunidad de regresar con vida, pero la enviaron en la nave Sputnik 2 como parte de un cruel experimento. Los ingenieros encargados del caso estaban seguros de que un perro podría mantenerse con vida al menos durante algún tiempo.
El cohete Sputnik 2 fue lanzado el 3 de noviembre de 1957.
Esperaban que simplemente sufriera falta de oxígeno después de 7 días en el espacio; sin embargo Laika partió de una manera mucho más dolorosa. Los encargados de reclutar al perro que viajaría en la nave se dirigieron a las calles de Moscú. Tomaron varias hembras y realizaron una serie de pruebas para determinar cuál era la que podía realizar un mejor trabajo durante la misión espacial.
Laika tenía 3 años de edad cuando empezó el experimento.
Se trataba de perritas que habían pasado una vida muy dura en las calles. Cuando las reclutaron pensaron que su vida estaría a salvo; pero sólo estaban formando parte de un experimento. Para evaluarlas utilizaban un incómodo dispositivo de saneamiento que estaba conectado directamente en sus áreas pélvicas. Muy pocos lograron adaptarse. Para la mayoría resultaba tan terrible que preferían negarse a hacer sus necesidades a pesar de que les daban laxantes.
Laika debía ir sin comer nada en las últimas 24 horas. Sin embargo, hay rumores de que una mujer la alimentó minutos antes de su partida.
Finalmente, Laika fue seleccionada. Vladimir Jazdovsky, un miembro del equipo espacial, la llevó a su casa unos días antes del despegue. Se había encariñado con ella y quería brindarle unos días de tranquilidad antes de que tuviera que enfrentar su terrible destino. La travesía de la perrita callejera que se había convertido en astronauta era celebrada por la radio y miles de personas se encontraban atentos a su doloroso desenlace.
La perrita se llamaba Kudryavka, pero fue rebautizada como Laika por los científicos.
Su lugar en la nave era restringido. Se encontraba atada y apenas podía moverse unos cuantos centímetros. La dejaron con sensores en todo su cuerpo y un traje espacial. El 3 de noviembre a las 5:30 am la angustiada perrita dejó el mundo que había conocido. Los ruidos y la fuerte presión del despegue la dejaron aterrorizada. Desde entonces las cosas no hicieron más que complicarse.
Después del despegue los latidos del corazón del Laika triplicaron su ritmo.
El estrés y las altas temperaturas acabaron con su vida. Durante varios días las fuentes oficiales trataron de mantener viva la ficción de la perrita que había ido al espacio. Las primeras fuentes indicaban que seguía con vida pero luego la verdad salió a la luz. La pobre no pudo resistir mucho más después del lanzamiento.
“La temperatura dentro de la nave espacial después de la cuarta órbita registró más de 90 grados. No pudo sobrevivir a eso”.
Esta desgarradora historia es una muestra más del enorme daño que muchos están dispuestos a causar a los animales con dolorosos experimentos que no hacen más que sumirlos en una gran angustia. Sin importar el fin, ningún animal merece pasar por un trato tan doloroso.
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