Parecía un espejismo cuando cuatro humildes pescadores de Adén, en Yemen, vieron un extraño bulto flotando en el mar, a unos 29 kilómetros de la costa de Buraiga.
Conocedores de los grandes tesoros del océano, sabían que algunas ballenas muertas pueden producir un «vómito» rico en ámbar gris, empleado en la industria de los perfumes, y por el que se puede pagar millonadas. Dentro de su miseria, era algo con lo que soñaban por si algún día su suerte podría cambiar para siempre.
Descubrieron que se trataba de una enorme ballena. Pero nada los pudo preparar para lo que sucedería después.
«Era muy grande. Los cuatro solos no podíamos con ella y llamamos a otros compañeros para que nos ayudaran a llevarla hasta la orilla», relata un pescador.
Así, lo que debía ser una rutinaria jornada de pesca, con la que poder llevar algo de alimento a sus hogares, se convirtió en el mayor golpe de suerte que terminó por dejarlos sin aliento.
Dentro de la ballena encontraron 127 kilogramos de ámbar gris, el famoso vómito que raramente expulsan sus intestinos, apodado como el «oro flotante». Se usa para fijar la esencia de los perfumes que se fabrican en el golfo Pérsico para la clientela más exclusiva.
Nada podía ser mejor para ellos, dada la triste historia de su país, partido por el dolor, el hambre y la guerra.
Terminaron siendo 37 los pescadores que acudieron a la petición de auxilio de los primeros 4, según relató Ali Mahmud, un periodista que conoció de primera mano el insólito hallazgo.
La preciada secreción biliar que extrajeron del animal era de color blanco y textura gelatinosa. Pronto comenzó un proceso de metamorfosis, y el desagradable olor inicial se volvió en una fragancia terrosa y marina, comparable al isopropanol, un tipo de alcohol que se usa en ciertos productos domésticos, medicamentos y cosméticos.
«Sabían perfectamente lo que era el ámbar de la ballena pero muchos no podían creerse que fueran ellos quienes lo hubieran encontrado», relata el periodista.
Muchos quedaron sorprendidos cuando los vieron recitar el Corán ante el cuerpo sin vida del cetáceo, buscando la protección de Alá.
Poco tardó para que vecinos curiosos se arremolinaran en la vivienda donde permanecía la ballena y su «oro flotante». Los pescadores tuvieron que empezar a proteger su «trofeo» con rifles y guardaespaldas. Ya que en caso de que pudieran realmente venderlo, lo que les darían por ello podría contarse por millones.
Lo raro del caso es que apenas el uno por ciento de las ballenas produce el ámbar como reacción a la irritación provocada en el estómago por la ingesta de los negros picos del calamar, el principal ingrediente de su dieta, y de otros objetos duros y afilados. Pero hallarla no es todo, debe contar con la calidad necesaria como para que los expertos paguen por ella.
El kilogramo de la bilis seca se puede llegar a venderse por 30.000 euros
«Tras publicar las fotos, les contactó un mercader yemení que reside en Emiratos Árabes Unidos y trabaja en la industria de los perfumes. Fue él quien finalmente compró el ámbar tras confirmar que es de buena calidad», comentó Ali.
Finalmente, el hombre pagó a los pescadores la insólita cantidad de 2.200 millones de riales yemeníes (7 millones de euros). Una cantidad que para ellos es simplemente indescifrable, ya que el sueldo anual de un yemení ronda por los 650 euros.
El periodista reveló que los casi 40 pescadores, tras repartirse el botín, huyeron del pueblo sin dejar rastro, y ahora son los más buscados.
Aunque el suceso se ha vuelto viral rápidamente en las redes, los amantes de la Naturaleza no dejan de condenar el hecho de que el humano siga explotando de la flora y la fauna tan indiscriminadamente. Todo por intereses económicos, sin importar los daños al ecosistema, que tarde o temprano, nos pasará la factura.
«Si siguen encontrando materiales «preciosos» en la fauna, vamos a extinguir todas las especies», «Seguro la mataron por el bendito ámbar, nos cargaremos el Planeta, los que debemos extinguirnos somos los humanos», fueron algunos de los comentarios.
Convivir en armonía con todas las especies es posible. El ser humano debe entender que lucrarse de ellas y en definitiva causar deliberadamente su extinción por fines económicos, es sumamente perverso, pero solo es cuestión de tiempo para que el Planeta tome revancha. ¡Comparte esta noticia!