El poder de una mirada trasciende mucho más allá del sentido de la vista. Por asombroso que nos pueda parecer, nuestros ojos están íntimamente vinculados al hipotálamo, esa delicada y primitiva estructura donde se localizan nuestras emociones y nuestra memoria. Quien mira siente, y esto es algo que también experimentan los animales.
En un evento proadopción de mascotas realizado hace dos años en West Hollywood, California, Estados Unidos, su coordinadora, Daisy Austin, se encontró con una linda gatita rescatada de las calles, cuya sola la mirada, la fulminó.
Marmie era ruda por la vida que había llevado en las calles pero su dulce mirada era evidente
Al entrar en una habitación privada del South LA Animal Shelter, sus ojos se dirigieron directamente a una gata llamada Marmie, una minina que llegó al centro en muy malas condiciones, desnutrida, demacrada y cubierta de lodo.
Además, tenía una infección grave de las vías respiratorias superiores, y pequeñas heridas en el cuerpo y en la cara, producto de sus incontables altercados callejeros con otros gatos.
La calle la hizo ruda, pero en realidad, Marmie solo deseaba encontrar a alguien que la amara, así que, tan pronto como se percató de la entrada de Daisy, la miró con sus ojos tristes y se frotó contra la jaula.
“Se acercó a mí y comenzó a frotar su cara sobre mis dedos, ronroneando todo el tiempo”, dijo Daisy.
Nunca pensó en adoptar otro gato, ya que Daisy tenía uno de 16 años de edad, pero cuando se miraron por primera vez ambas supieron que ese encuentro sería definitivo y nunca más volverían a separarse.
“Fue difícil porque tenía un gato de 16 años en casa, pero tenía que hacer algo y rápido. Tenía que darle una segunda oportunidad”, dijo Daisy
Sabiendo que el refugio no tenía los recursos para mantener por más tiempo a Marmie, Daisy decidió actuar rápido y adoptó a la peluda. Marmie estaba tan agradecida que, en su primer día en casa, pasó horas abrazando a su madre mientras ronroneaba de gusto.
Después de tres baños, la dulce felina se tumbó cómodamente en el regazo de Daisy y siguió ronroneando hasta quedarse dormida.
Sin embargo, la gatita de 10 años de edad fue diagnosticada con el Virus de Inmunodeficiencia Felina o FIV (por sus siglas en inglés).
Así como con una inflamación de las encías y con el síndrome de Ehler-Danlos, que afecta los tejidos conectivos del cuerpo, y otras afecciones crónicas respiratorias.
Pero Marmie no dejó que nada la detuviera. Ella continuó mirando a los ojos de su humano mientras ronroneaba en busca de atención y cariño.
Y afortunadamente, tuvo mucho de eso y fue su mejor medicina, ya que, tiempo después de haber comenzado su tratamiento para combatir sus afecciones comenzó a comer como una campeona y a aumentar de peso y fuerza.
Nuestras mascotas son sabios maestros de los sentimientos. Los criamos, los atendemos y establecemos un lazo tan fuerte como si fuera un miembro más de la familia, algo que por asombroso que parezca, ha sido propiciado por nuestros mecanismos biológicos después de tantos años de interacción mutua.
A su vez, también ellos actúan del mismo modo: somos su grupo social, su manada, esos humanos complacientes con los que compartir el sofá y las siete vidas de un gato.
Comparte esta hermosa historia con tus amistades y familiares porque, si los ojos son la ventana del alma, algo me dice que los animales también la tienen. Solo ellos saben hablar con ese lenguaje que no necesita palabras: el idioma del afecto y el respeto más sincero.