Un gatito rescatado en la carretera vio cómo su vida pasó de estar en peligro extremo al punto más alto de la felicidad, tras encontrar a una amorosa madre adoptiva. El destino tiene unos peculiares modos de manejarse y de unir a las almas indicadas y en los momentos, y esta historia es una de ellas.
El protagonista es un tierno gatito naranja.
Unos samaritanos rescataron a esta cría sola en una carretera en la que la habían dejado indefensa con sus patitas llenas de alquitrán.
Conmovidos y preocupados por su situación, los desconocidos lo sacaron de ese lugar y contactaron a la organización Tiny but Mighty Kitten Rescue de Cornwall, Ontario (Canadá).
Por suerte, en el lugar no se negaron a ayudaro.
Mellissa, la fundadora de la ONG, decidió tomar de inmediato el caso y darle una oportunidad a la indefensa criatura.
Además, por coincidencias de la vida, semanas antes había abierto las puertas del refugio a una felina embarazada y que en cuestión de días dio vida a una cría de gatitos naranja.
La mujer pensó que tenía a la madre ideal para esta hermosura.
Ese pequeño rescatado de la carretera tendría una familia adoptiva bastante similar a él, así que Melissa no tuvo ninguna duda en tomar el caso.
“Cuando recibí la llamada sobre el gatito y descubrí que también era un gato atigrado naranja, supe que tenía que llevarlo”, dijo la animalista.
Para Melissa fue como si la vida le enviara una señal, pues ese encuentro no solo sería favorecedor para el gatito huérfano sino para Ginny, la nueva madre del refugio.
Resulta que Ginny tuvo una camada de seis pero, pese a los cuidados, dos de ellos no lograron salir adelante y perdieron la vida (se trataba de los felinos Poppy y Phoenix). Los otros cuatro gatitos de Ginny (Felix, Fox, Finn y Peach) estaban sanos.
Ese episodio dejó a la mamita con el corazón destrozado.
De hecho, días después de que fallecieran sus dos gatos, hubo que incentivar a Ginny a comer porque había perdido el apetito y se mostraba temerosa ante la idea de tener que alejarse de sus otras crías.
No quería dejarlos solos ni un minuto.
Aunque la llegada de un nuevo felino no se pensó nunca, Melissa estaba segura de que sería algo positivo para el huerfanito y la madre afligida.
“No estaba planeando tener más bebés después de perder a Phoenix y Poppy, pero sentí que estaba destinado a ser. Tal vez uno de ellos había regresado a mi cuidado para intentarlo de nuevo”, explicó Melissa.
Una vez el gatito llegó al refugio, Melissa y los demás voluntarios lo alimentaron mediante sonda durante esas primeras 24 horas, pues eran decisivas para su supervivencia.
Además tenían algo importante que hacer: despojar al gatito del tóxico alquitrán en sus patas.
Esos ojitos inocentes no podían seguir sufriendo tanto.
Para lograrlo, los cuidadores debieron utilizar aceite mineral y posteriormente enjuagar varias veces. Este proceso demoró varias semanas antes de que la sustancia saliera por completo de sus patitas y estas sanaran.
El primer día, el gatito fue bautizado como Fénix en honor al difunto Phoenix, y recibió mantitas limpias para mantenerlo calientito mientras intentaban acercarlo a quien se convertiría en su madre adoptiva: Ginny.
Una criaturita realmente tierna y hermosa.
Melissa se encargó de esos primeros cuidados de Fénix antes de que conociera a su nueva familia y entre ambos surgió un tierno lazo.
“Comenzó a hacer muffins (amasar las mantas). También tenía el hábito de poner sus patas en mi cara, casi como si me estuviera mostrando lo agradecido que estaba y lo mejor que se sentían sus patas”, recordó la rescatista.
Llegado el momento indicado, se dio el tierno encuentro. Ginny demostró ser una gata con un gran instinto materno pues acogió a Fénix de inmediato y también a sus hermanitos.
“El resto de los bebés lo aceptaron instantáneamente. ¡Estaba destinado a ser parte de esa familia!”, dijo Melissa.
Aunque Fénix no fue amamantado por su madre adoptiva, ya que era un gatito de biberón cuando llegó, el felino tenía una dulce manera de sentirse parte del grupo en los momentos de la comida.
El gato se aferraba a su mamita mientras que sus hermanitos comían.
Fénix es dos semanas menor que el grupo pero supo muy bien cómo adaptarse a la rutina familiar, pues resultó ser un gato bastante listo. Y cuando el gatito no podía hacer alguna cosa, su hermano Félix estaba allí para ayudarlo.
Juntos formaban el mejor equipo.
Estos pequeños pasaron algunos meses juntos pero llegado el momento los encargados del refugio los pusieron en adopción. Claro que no sin antes asegurarse de que cada uno fuera a un buen hogar, y de este modo ocurrió.
Fénix encontró una familia humana que lo acogió de inmediato
Fox, Felix y Finn fueron adoptados por diferentes personas pero Melissa se aseguró que fuesen familias con otros gatos en casa, de este modo los mininos no se sentirían solos.
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Ginny demoró un poco más en ser adoptada pero finalmente halló un hogar junto a su hija Peach. Ver el destino de la amorosa madre conmovió mucho a Melissa, quien reconoció los grandes cambios que esta gata callejera logró dar: «Ha crecido mucho, en muchos niveles diferentes».
El destino hubiese sido muy diferente para Fénix sin la amorosa gata que lo acogió, y ahora todos tienen un hogar feliz. Esa es la mejor recompensa para cualquier rescatista.