Todos los esfuerzos que se hagan por preservar la vida salvaje y librarlos de la mano destructora del ser humano, merece realmente la pena. De eso sabe de sobra Sheldrick Wildfire Trust, un Santuario de animales establecido en el corazón de Kenia, cuya misión es proteger a las especies autóctonas.
La mayoría de animales que cuidan son crías de elefantes, jirafas o rinocerontes.
Debido al horrible destino de cientos de elefantas en manos de los cazadores furtivos, sus crías quedan a la deriva y los ángeles de este Santuario se convierten en sus madres adoptivas proporcionándoles las atenciones y los cuidados que tanto necesitan. Una labor que tiene la mejor de las recompensas, ya que aseguran que las muestras de afecto y agradecimiento que reciben de parte de estas criaturas los sorprenden una y otra vez.
Pero la historia de una de ellas marcó sus vidas para siempre. Se trata de Yatta, una elefanta cuya historia se remonta a 1999 cuando con apenas un mes de nacida, logró ser rescatada después de que los cazadores cobraran la vida de su madre por su apetecido marfil. Los voluntarios de Sheldrick Wildfire Trust no pudieron desentenderse de los desesperados gritos de la bebé y la llevaron a sus instalaciones.
Ahí se prodigaron en desvelos, cuidados y sobre todo amor por Yatta, hasta que se hizo lo suficientemente fuerte como para ser liberada a la sabana y celebraron el día en que fue devuelta a su hábitat natural.
«21 años después, Yatta vive una vida completamente salvaje y es madre de dos hermosas crías», escribieron en la página del Santuario.
Cuando pensaron que Yatta simplemente seguiría viviendo su vida en la libertad y la seguridad de la sabana, fueron testigos de algo verdaderamente zoorprendente, que derritió su corazón.
Yatta supo encontrar el camino de vuelta al Santuario con un solo objetivo: presentarles a su segunda cría, a quien los voluntarios llamaron Yo yo. Y no era la primera vez que lo hacía, ya que cuando nació su primer bebé, al que llamaron Yetu, hizo exactamente lo mismo.
La inteligencia y la gratitud de los animales no tiene límites.
Los voluntarios cuentan que cuando nació Yetu, «más de cincuenta elefantes aparecieron en nuestras instalaciones para celebrar su nacimiento con trompetas, retumbos y besos».
Tras el nacimiento de Yo yo, el pasado 6 de octubre de 2017, una vez más Yatta invitó a su extensa familia de humanos y elefantes a celebrar su nueva llegada y a partir de ahí se ha quedado cerca del Santuario como un gesto de agradecimiento a los cuidadores que le salvaron la vida cuando apenas era una bebé.
Yo yo es un pequeñito que ya es un profesional en el baño de lodo, siempre bajo la atenta mirada de su madre, hermana y niñeras, ¡por supuesto!
Los voluntarios aseguran que este gesto de parte de Yatta es una de las mayores recompensas que han recibido y sólo con eso todas sus horas de esfuerzo ya han sido totalmente retribuidas, lo que los anima a seguir rescatando elefantes bebés a la deriva con un destino incierto para devolverlos a su hábitat natural.
«Desde que dio a luz a Yo yo, Yatta nos ha estado visitando regularmente con su nuevo bebé a cuestas. Durante una de esas gratas visitas, nuestros Guardianes aprovecharon la oportunidad para eliminar algunas molestas garrapatas del pequeño Yo yo mientras Yatta miraba, ¡sin preocuparse! Todo se reduce al respeto mutuo, la confianza y el amor que comparten entre sí», escribieron en la página del Santuario.
Yatta y su creciente familia es una prueba viviente del efecto dominó que puede tener salvar a un elefante.
No te vayas sin compartir esta emotiva historia con tus amigos y considera hacer una donación aquí para que estos ángeles en la tierra puedan seguir con tan valiosa misión.