Los boxeadores tienen una imagen de hombres duros y un tanto insensibles por la ruda actividad a la que se dedican. Sin embargo, un famoso pugilista inglés ha sorprendido a muchas personas, al pagar lo que iba a ser su cena para devolverla al mar.
Tiene un gran corazón
Tyson Luke Fury es un reconocido boxeador profesional británico de peso pesado de 31 años de edad, casado con Paris Fury. La pareja se conoció cuando ella apenas tenía quince y él diecisiete años, de inmediato surgió el amor entre los dos, pasados cinco años contrajeron matrimonio.
La familia de Fury tiene un historial en el mundo del boxeo; su padre, John Fury comenzó a pelear de manera aficionada y se convirtió en profesional en 1987. Se mantuvo en combates durante ocho años hasta que su retiró en 1995. Tommy Fury, hermano menor de Tyson también boxea.
El erróneo estilo de vida del famoso boxeador ha estado impregnado de polémicas y excentricidades, pero también de un notable carisma que le ha hecho ganar el reconocimiento de muchas personas. Especialmente por las nobles iniciativas, como cuando donó las ganancias obtenidas en una pelea para una familia necesitada.
“No me interesa convertirme en millonario o billonario. Soy un boxeador, no un hombre de negocios”, dijo el hombre en esa ocasión.
Uno de los últimos acontecimientos protagonizado por el campeón mundial fue a finales de 2019 cuando viajó a España donde tendría una pelea contra Otto Wallin. El momento quedó grabado en el documental de nombre “The Gypsy King”, o “El Rey Gitano” como se conoce en español.
En las imágenes se puede ver al hombre en un restaurante en Marbella mientras esperaba que su esposa Paris llegara, cuando le ofrecen dos enormes y frescas langostas con los curiosos nombres de dos grandes estrellas del fútbol: Ronaldo y Lionel Messi.
“No hay posibilidad, no me gustan los mariscos. Saquen las bandas elásticas de sus aletas y los dejaré libres en el mar. Les daré los 200 euros”, expresó Fury con total seguridad.
Al parecer, al hombre que reparte golpes en el ring de boxeo no está de acuerdo en dañar la vida de un ser vivo, como las indefensas langostas que los dos camareros le estaban ofreciendo para cenar.
“Estaban vivas, se iban a quemar vivas y no quería quemarlas. No me gusta quitarle a vida a los animales. No es frecuente que puedas hacer algo bueno en la vida, hoy fue una buena acción y solo me costó 200 euros”, añadió el campeón.
Así que pagó los doscientos euros que representaban el precio de los mariscos, para devolverlos al mar donde con toda seguridad la pasarían mejor que en una ardiente olla.
No te vayas sin compartir el acto de solidaridad de este boxeador que es aplaudido y reconocido por todos los amantes de los animales.