Por fortuna, existen ángeles en la tierra dispuestos a ayudar a los más necesitados e indefensos animalitos, especialmente aquellos recién nacidos que por alguna razón quedaron expuestos y dependen de una mano generosa para poder vivir.
Susan Simon es una mujer que se convirtió en la salvadora de un pequeño pajarito que cayó de su nido un día del mes de mayo por los fuertes vientos.
Ese día Susan subió al porche cubierto de su casa y notó que había «una cosa» diminuta de color rosado tirada en el suelo.
En años pasado los pinzones de la casa habían construido nidos en las plantas, pero este año una pequeña familia decidió hacer su hogar en una corona que cuelga de una de las lámparas del porche de Susan.
Lamentablemente, el nido no estaba lo suficientemente seguro y el viento lo derribó tirando al pobre pajarito. Esa pequeña «cosa rosada» resultó ser un pequeño bebé que había sobrevivido milagrosamente a la fuerte caída.
Susan devolvió a la diminuta ave a su nido y salió a hacer unas compras.
«Fuimos a la ciudad y cuando volvimos, el bebé estaba en el suelo otra vez. Lo llevé adentro y busqué en Internet cómo alimentar a un pajarito», dijo Susan.
Colocó al pájaro ciego sobre una almohadilla térmica dentro de un recipiente, y lo alimentó con un palillo.
«Al principio no quería abrir el pico, creo que estaba muy débil y con mucho frío», añadió Susan.
Afortunadamente, Susan logró que tomara algo de comida y después lo alimentó quince minutos durante las primeras dos semanas.
«No pensé que iba a poder mantenerlo con vida, pero lo hice”, exclamó Susan.
Susan decidió pesar al pajarito en una balanza y así precisar su verdadero crecimiento. Después de una semana sus ojos finalmente se abrieron, era tan divertido que ella lo llamó Twerp.
«Cuando lo vi por primera vez, era solo una «cosita rosada» y desnuda con un soplo de pelusa en su cabeza, era tan grande como mi pulgar.
Después comenzaron a crecer algunas diminutas plumas. Parecía un pequeño dinosaurio», dijo Susan.
Susan dejó a Twerp en una jaula con platos de comida y agua para protegerlo. Una vez que sus plumas crecieron comenzó a llevarlo al porche para que se acostumbrara a los sonidos naturales y el clima.
Finalmente, Twerp comenzó a volar solo.
“Caminaba por el patio con él sobre mi hombro y volaba hacia un árbol, pero luego regresaba», narró Susan.
Twerp comenzó a pasar la mayor parte de su tiempo al aire libre, pero cada vez que Susan aparecía la reconocía de inmediato y volaba hacia ella piando por comida.
Susan colocó comedores con alpiste para ayudar a Twerp a encontrar la comida por su cuenta y ser mas independiente. Pronto todos los pinzones del vecindario le mostraron a Twerp cómo comer.
Twerp se fue alejando cada vez más hasta que no regresó más.
«Una parte de mi estaba triste cuando se fue, pero otra estaba feliz porque se supone que estaba donde debía estar», añadió Susan.
Quizás algún día Twerp comenzará una familia propia en el porche de la casa de Susan y ella vuelva a verlo.
Lo cierto es que esta es una de esas historias que aplaudimos y celebramos, no dejes de compartirla con tus amigos y seres queridos.