La persona que relató esta historia participó en la documentación del cierre de una de las granjas de carne de perros en Corea del Sur. Eso era una buena noticia y sucedió gracias al acuerdo de Sociedad Humanitaria Internacional que había escrito un contrato con un agricultor en las afueras de la ciudad capital de Séul para cerrar su granja.
En ese recinto había aproximadamente cien perros que tenían que ser vendidos a los comerciantes de un concurrido mercado local. Es la segunda que cerraron desde el año pasado y la Humane Society ayudaba a los agricultores a trasladar los perros y a recuperar la granja. El pasado mes de agosto un equipo visitó la granja para hacer la tramitación necesaria para que los canes viajaran a Estados Unidos, donde serían ubicados en varios refugios escogidos por la Humane Society International.
Cuando el reportero entró a la granja por primera vez escuchó ladridos provenientes de muchas direcciones. Había un perro fuera de la oficina que fue atado a un cable de alambre, se veía demacrado, su piel estaba en muy mal estado y estaba completamente cubierto de pulgas. Caminando encontró a otro perro atado con una gruesa cadena, demacrado, en un espacio pequeño en el que parecía que nunca habían limpiado sus heces, petrificado, escondiendo su cara en la tierra.
También vio muchas jaulas con perros que ladraban y saltaban de arriba a abajo con mucha inquietud, como clamando ayuda. Los trabajadores le dijeron que ellos no tenían ningún valor como mascotas, que solamente se trataba de la carne típica de perros en Corea del Sur.
“Puse mis manos en cada jaula y cada perro intentó oler y lamer mi mano. Eran tan hermosos y amorosos… muchos perros empezaron a ladrarse entre ellos con ganas de obtener la mayor atención posible. Tanto los perros grandes como los perros pequeños ladraban constantemente, saltando de arriba y a abajo frenéticamente”.
Las jaulas estaban llenas de heces, pero sus tazones de comida estaban vacíos. Tampoco tenían agua a pesar de las altas temperaturas. Él no pudo contener las lágrimas mientras filmaba lo que todo el mundo luego vería para revelar en qué condiciones sufrían esos animales.
Caminando se tropezó con una picadora que tenía un enorme plato de comida donde se recolectaba comida preparada para todos, donde habitaban muchos gusanos y moscas. El olor era repulsivo. Había jaulas tan pequeñas que los perros tenían deformidades en sus patas como consecuencia de adaptarse a ese espacio tan reducido y tan inestable. Siguió caminando en medio del montón de jaulas y las montañas de excrementos acumuladas debajo. Encontró un perro acurrucado, su espíritu estaba quebrantado, en su silencio quería decirle que pronto estaría a salvo y fuera de allí.
Parecía tener cinco o seis meses de edad, estaba tan conmovido que preguntó si había posibilidades de llevarlo a casa con él. Lola Webber, quien participaba en el operativo con HSI estaba allí y le dijo que era 100% probable de que podría adoptarlo, tenía una deformidad en sus patas y otras lesiones. “Decidí llamarlo Pocket, en honor al hijo de un amigo que conocí en Nepal; el incansable trabajo de mi amigo ayudó a clausurar el festival abusivo de Gadhimai”.
Todos los días iban a la granja, había mucho trabajo y debían colocar a los perros cuidadosamente en cajas y en el camión que los llevaría al aeropuerto para luego volar a Estados Unidos. El día 21 de septiembre había más de 100 perros en aviones con destino a San Francisco y luego a los refugios aprobados.
“Pocket y otros cinco perros fueron enviados a Washington, mi esposa y yo fuimos en coche hasta Tacoma para recoger a los perros y llevarlos a PAWS en Lynnwood, donde serían atendidos. Durante la mañana siguiente mi esposa y yo fuimos a visitarlo, pareció reconocerme porque movió su cola. Después de la evaluación médica todo estaba listo para llevarlo a casa, pero a los demás los visita diariamente y hace un seguimiento cercano de su vida, seguro que pronto tendrán una familia”.
Es difícil de explicar la experiencia de adoptar a un perro que nunca había visto la luz del Sol ni había tocado la hierba ni olido nunca una flor. Tampoco había tenido un recipiente para tomar agua durante toda su vida. Este rescatista decidió crear una página de Facebook llamada «Pocket for change» en honor a su amada mascota y a otros perros que son víctimas de esta cruel industria del comercio de la carne.
“Las herramientas más violentas que se pueden usar en un animal son un cuchillo y un tenedor”. Él insta a todas las personas a reflexionar acerca del consumo de carne. Para Corea del Sur, Vietnam o China, los perros son vistos tal y como para muchos países es visto el ganado vacuno y porcino, y la producción avícola que es criada para el consumo de su carne.
Su historia está llena de emociones, nos llevó muy de cerca a la realidad que viven los perros en granjas. Suerte que hay gente trabajando para detener esa masacre. ¡Ayuda compartiendo!