Inimaginable el grado de insensatez e indolencia en uno de los peores casos de crueldad que se haya visto de parte de un hombre, que mantenía un numeroso grupo de perros de cacería sometidos a un calvario en su propiedad, a la que han llamado la finca de los horrores.
Hace ya más de tres años de este hecho denunciado por la Guardia Civil por el presunto delito de maltrato animal según el art. 337 del Código Penal. Finalmente el Juzgado número 3 de lo Penal de Móstoles en la Comunidad de Madrid, España, ha acogido el juicio contra Roberto R, González Gálvez, un cazador acusado de tener a 55 perros de caza en condiciones de total abandono hacinados en un pequeño recinto de apenas 30 metros cuadrados.
La actitud del condenado denota a juicio del tribunal un «menoscabo» a la salud de los animales, la evidencia revela en los informes veterinarios lesiones e incluso muerte de ejemplares, dos de ellos en estado de putrefacción.
Los demandantes pedían que fuese juzgado por 55 presuntos delitos de maltrato animal, con nueve meses de cárcel por cada uno de los perros que tenía bajo su responsabilidad, esto es 40 años de prisión, e igualmente sancionarlo con la inhabilitación de tenencia de animales y cierre definitivo de la finca.
Sin embargo, se le ha condenado a un año y medio de cárcel al cazador por el delito continuado de maltrato a los animales, pero han dicho que no procede condenarlo por cada caso por separado. Además, se le ha impuesto la inhabilitación especial de cuatro años y seis meses para el ejercicio de la profesión, oficio o comercio que tenga relación con animales y el pago de 10.925 euros.
Como se recordará, el día 25 de Agosto la Guardia Civil hizo un llamamiento urgente, se encontraban haciendo una inspección en una finca situada en el Camino de Almorox del municipio madrileño de Villa del Prado, en el paraje conocido como “Arroyo Valdegatos”, cuando Servicio de Protección a la Naturaleza de la Benemérita (Seprona), descubriera más de 50 perros que malvivían hacinados.
Fernando Sánchez Ocaña, de la protectora Salvando Peludos –en la imagen con Hugo-, llevó comida y agua para los perros.
“Allí no había ni restos de un saco de pienso, cuando llegué sólo pensaba en darles de comer y de beber. El propietario, que estaba detenido, insistía en que no entráramos en su propiedad, no quería que estuviéramos allí ni que ayudáramos a los perros. Para él estaban bien, los ve sólo como útiles de trabajo y si se moría alguno no le importaba”, dijo.
La muerte ya había cobrado la vida de dos canes, uno de ellos en avanzado estado de descomposición, explica Fernando. La ayuda llegó demasiado tarde para algunas víctimas de esta pesadilla que pudo terminar para los que lograron sobrevivir ese infierno.
Estaban distribuidos de seis en seis, incluso de diez en diez, en pequeñas casetas de ladrillo de apenas un metro por dos, sin ningún tipo de atención ni medida higiénico sanitaria, muchos a punto de morir si no se les asistía en ese momento.
Casi una veintena de canes tuvieron que ser trasladados con carácter de urgencia para proceder a su hospitalización, debido a su crítico estado de salud.
Roberto era el supuesto responsable de estos 55 perros, la mitad sin microchip. La Federación de Asociación Protectoras de Animales de la Comunidad de Madrid (FAPAM) detalló que las instalaciones carecían de núcleo zoológico. Sin agua corriente, luz, alcantarillado o cualquier otro sistema de eliminación de residuos. Estaban en muy malas condiciones sin ninguna evidencia de intento de tratamiento de recibir atención veterinaria.
«La podredumbre más absoluta ha sido el entorno permanente en la vida de estos animales”, expuso Nacho Paunero de la asociación animalista El Refugio.
Explicaron que los animales presentaban desnutrición y deshidratación severa. Había algunos sin techo, desprotegidos bajo las inclemencias del sol. Sin poder acceder a comida, ni agua. Las bolas de pienso se mezclaban con las heces y orina de los perros y el agua estaba verde al llevar días estancada, señaló.
Otro de los animales fue encontrado atado a la pared con una cadena de un metro, como muchos sentados sobre sus propias heces. Plagados de garrapatas y heridas infectadas de diversa consideración debido al apoyo continuado sobre el hormigón, y otras lesiones por astillas y dermatitis interdigitales ocasionadas por el estado del suelo y la falta de higiene.
Uno de los casos más graves, fue el de un macho con heridas en los testículos llenas de gusanos. Dos hembras preñadas sufrían hipertrofias mamarias por consecutivas lactaciones. Numerosos cachorros de 2 a 3 meses de edad hiperparasitados. A varios les habían mutilado a cuchillo las orejas y rabos, por lo que su condición también era preocupante.
Durante su declaración de casi dos horas ante el juez, el cazador intentó justificarse señalando que las condiciones de los animales de caza son distintas a los animales de compañía. En un momento dado también detalló que desconocía el mal estado físico en el que el Seprona encontró los perros porque «iba de noche a darles de comer y así no veía como estaban». Llegó a culpabilizar de la mala alimentación de los animales a un amigo que había encargado de darles de comer y argumentó que a los perros los veía un veterinario, que le había dado un bote con antibióticos.
Los animales incautados por el Instituto Armado y la Guardia Civil fueron acogidos por varias asociaciones Protectoras Animal a las que La Guardia Civil les llamó para que se hicieran cargo.
Gracias al apoyo de los voluntarios y trabajo de todas las organizaciones protectoras de animales que se unieron en el rescate, junto a la Guardia Civil, se convirtieron en los héroes que cambiaron para siempre la vida de estos canes que encontraron un nuevo hogar.
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