La historia de un perrito en el muelle de Urias Magalhães, en Goiânia, Brasil, ha conmovido a todos los trabajadores y comerciantes del lugar, pues este es un vivo ejemplo de lealtad animal.
Si alguno de ellos dudaba de lo mucho que un perro llega a querer a su dueño, desde luego que tras conocer a Negro no habrá cuestionamiento alguno.
Los perritos son seres incondicionales y así lo ha demostrado la criatura que durante más de un mes espera a las afueras de un hospital a su dueño ya fallecido.
Negro llegó a la zona acompañando a su único amigo, un hombre que vivía en condición de calle. Por desgracia, el responsable murió el mismo día que entró al hospital pero no hay modo de explicarle la gran pérdida a este perrito.
Desde el día en que el hombre ingresó al hospital, este amigo ha estado apostado a la puerta del centro de salud a la espera de su regreso.
Negro espera que en algún momento el hombre salga por la misma puerta en que lo vio entrar, pero esto ya no será posible.
“Miró justo a la puerta donde entró el paciente y se quedó. Como no podía entrar aquí, estaba justo en la puerta de cristal”, dice la asistente administrativa de Cais, Rose Ribeiro.
Su lealtad ha conmovido a los comerciantes y trabajadores del lugar que lo alimentan y cuidan con mucha ternura.
María Azevedo, dueña de un puesto de jugo de caña de azúcar frente al muelle también se ha dedicado a su cuidado.
“Le damos comida, medicinas, lo tratamos e intentamos hacer lo que puede, pero termina recibiendo malos tratos en la calle. Necesita atención, está deprimido, muy triste. No sé si se debe a dolores en el cuerpo, porque está lesionado o simplemente entristecido por la falta del dueño mismo”, dijo Azevedo.
Azevedo es la responsable de dos perros grandes y uno de ellos padece cáncer y necesita ser operado. Además, Negro no es el único perrito callejero que alimenta, sino que hace lo mismo con otro amiguito que deambula por las calles de su vecindario.
La mujer ayuda a Negro en lo que puede pero no tiene los medios para llevarlo consigo a casa.
Aun así, la comerciante no deja desamparado al can y se asegura de alimentarlo pero sabe que eso no es suficiente.
“Esperamos que alguien lo adopte, porque es difícil para nosotros cuidarlo. Y él es grande, por lo que necesita un lugar con espacio”, comentó Azevedo.
Algunos pacientes y visitantes recurrentes del centro de salud también ayudan a la criatura con algo de comida pero creemos que este ángel merece ser recompensado por su lealtad y gran corazón. Lo correcto es que alguien lo adopte y pueda brindarle el amor necesario para superar su duelo.
Por favor comparte esta historia y hagamos posible que Negro encuentre un hogar. Que su nobleza llegue a todas las personas en las redes y alguien de la zona se anime a recogerlo.