Su nombre es Lemon y al comienzo de su vida era como cualquier otro pez Dorado Oranda, nadaba en una sobrepoblada y sucia pecera de una tienda de mascotas, hasta que una bondadosa persona se percató de su existencia y decidió llevárselo a casa.
Estando en su nuevo tanque, Lemon, fue creciendo, cada vez más grande y fuerte, pero desarrolló también una mandíbula torcida, que es una deformidad facial que había pasado desapercibida en la tienda, la cual le estaba dando un mal rato al pobre pececito.
La pobre pececita tuvo que ser operado por problemas con su mandíbula
Tanto le afectó la deformidad que llegó un momento en que el lado derecho de su boca colapsó completamente. Sin embargo, sus dueños sabían que el pececito estaba dispuesto a sobrevivir, así que lo llevaron al veterinario para buscar una solución a sus pesares.
Una vez en el Aquatic Veterinary Services, en el estado de California, lo atendieron los veterinarios y decidieron aplicarle a Lemon una cirugía correctiva que le ayudaría a recuperarse.
Tras cuatro días de recuperación en el hospital, pudo finalmente comer de manera normal e incluso por primera vez pudo cerrar por completo su boca. Pero, por desgracia, algo más le aquejaría a la pececita.
Por si fuera poco la pobre ahora tenía otro problema que la afligía
Después de unos meses la pequeña tuvo que volver al hospital, esta vez fue algo mucho más angustioso, la pobre no podía nadar y sus dueños no sabían ya qué hacer para mejorar su condición.
Aunque sus dueños ya se habían encargado del problema con su mandíbula no podían permitirse el gasto financiero que implicaba resolver su trastorno de flotabilidad. Así fue como tomaron la decisión de donar a la pececita al hospital para que ellos se encargaran de cualquier cirugía para mejorar su condición.
Una de las vejigas que le ayudaba a nadar estaba inflamada
Estos exóticos peces dorados, que suelen ser criados por su particular forma, están plagados con trastornos de flotabilidad que perjudican su calidad de vida.
El veterinario Jessie Sanders del Aquatic Veterinary Services fue quien notó que Lemon tenía una vejiga que se mostraba de manera irregular en su cuerpo. Estás vejigas suelen llenarse de aire para darle flotabilidad y balance a los peces en su nado.
En un caso como el de Lemon, esta vejiga puede causarle que flote hasta la superficie de la pecera o que no pueda mantener el equilibrio y termine estancada en el fondo del tanque sin poder hacer nada.
Este es Rusty, el amigo de Lemon que al igual que ella tiene problemas de flotabilidad
El destino era poco prometedor para ese pececito, quién aún podía flotar, pero de una manera extraña. Aun así, en medio de su aflicción Lemon se hizo amiga de otro pez, llamado Rusty, que como ella, también tenía problemas para nadar.
La pececita nunca había conocido a alguien tan propenso a los accidentes como lo era ella y gracias a su torpeza los dos lograron crear un lazo muy rápidamente. Así fue como los dos pececitos pasaban contentos sus días sentados en el fondo del tanque.
Los dos se tenían el uno al otro para pasar sus días en el fondo de la pecera
Pero los veterinarios no se darían por vencidos hasta hacer hasta el último intento por darle una vida normal y cómoda a Lemon; sin embargo, cada paso que daban parecía alejarlos cada vez más de su meta.
Así pasaron al menos dos meses entre intentos por solucionar su deficiencia, durante los cuales Lemon no parecía molesta por su condición al estar junto a su amigo Rusty. Pero todo estaba por cambiar, pues él fue tratado con un proceso para enseñarle a flotar, el cual consistía en insertarle una pequeña tira plástica sujetada a su aleta dorsal.
Gracias a esta curiosa mochila Rusty podía nadar otra vez
A pesar de estar preparados para este proceso, no fue nada fácil, pues tuvieron que encontrar el lugar preciso para que la tira no se zafara o interfiriera con su nado. La solución final fue agregarle a la tira un pequeño maní de espuma de poliestireno que parece una pequeña mochila para peces.
Tras unas semanas ya era un hecho que el procedimiento había sido un éxito, Rusty ya era capaz de sentarse en equilibrio al fondo de la pecera sin ningún tipo de ayuda. Ahora era el turno de Lemon, pero su caso era diferente, pues ella no tenía una aleta dorsal a la cual sujetar la pequeña mochila.
Por fin Lemon podía tener una vida normal y jugar con su querido amigo
Pero los veterinarios estaban decididos y esto no los iba a detener en sus intentos por ayudarla. Así fue como sedaron a la pequeñita y entumecieron su espalda para proceder a sujetar la pequeña mochila con dos suturas.
Esta fue la impresionante cirugía por la que tuvo que pasar Lemon para volver a nadar con normalidad
Una vez Lemon se dio cuenta que podía volver a nadar como cualquier otro pez y sin ningún esfuerzo, tuvo una reacción de emoción y hasta el día de hoy los dos pececitos nadan feliz mente, probando los límites de su movilidad.
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