Millones de animales en el mundo en este momento sufren el abandono y la falta de amor, pero si podemos hacer algo, por pequeño que sea, por alguno de ellos, sin duda nuestro corazón se llenaría de satisfacción. A veces, nuestras condiciones de vida o nuestros proyectos personales no nos permiten adoptar alguno, pero siempre hay una forma en la que podemos ayudar. Un poco de alimento, unas palabras de cariño y algunas caricias pueden hacer mucho por un animal abandonado. Además, siempre está la opción de llevarlos a un refugio, donde los ayuden a conseguir una familia amorosa.
Para Gingy Mou o “Ginger”, la ayuda fue algo más que un poco de cariño, de hecho cambiaron su vida por completo.
Sara Ortin León es la responsable de todo eso, ella es bióloga y primatóloga, conoció a Ginger cuando hacía su tesis en un santuario de investigación de chimpancés en Zambia. En el lugar vivían varios perros, entre los que se encontraba Ginger y su hermanita Flora. Pero Sara y Ginger hicieron conexión rápidamente, la perrita incluso acompañaba a su amiga durante largas caminatas de más de 10 kilómetros.
Durante las noches Ginger se acurrucaba en algún lugar cerca de Sara para dormir.
Pero Sara tenía que volver a su hogar en Barcelona, España, y le tocaba tomar una difícil decisión: llevarse a Ginger o dejarla ser un perro libre y feliz en el santuario en Zambia. Finalmente, decidió que lo mejor era dejarla, de igual manera sería feliz y no sabía si se podía adaptar a la ciudad.
Pero no pasó mucho tiempo para que el corazón de Sara quisiera volver a Zambia y recorrer más lugares de África.
Una de las primeras cosas que Sara hizo al volver a Zambia fue visitar el santuario donde había hecho su tesis y pronto descubrió que Ginger ya no estaba. Después de preguntar qué había ocurrido con ella, le dijeron que todos los perros del santuario habían sido reubicados en diferentes lugares.
El destino de Ginger y Flora fue la de “perros de seguridad”, en el negocio de la minería.
Al enterarse de eso, Sara se dirigió al lugar donde en primer momento le negaron la existencia de algún perro; sin embargo, ella fue persistente y finalmente vio como una tímida Ginger se asomaba detrás de un camión.
Pero Flora no aparecía por ninguna parte, al parecer unos delincuentes entraron el lugar, ella atacó y la golpearon hasta que murió.
Cuando Sara supo eso dijo que no permitiría que Ginger se quedara en ese lugar, no estaba muy segura de queé haría con ella y cómo la cuidaría, pero se la llevó para garantizarle una buena vida. Ginger estaba muy asustada, lo único que hacía era intentar esconderse debajo de automóviles o camiones.
Sara iba a continuar su viaje por África junto a su amiga Sharon y sin dudarlo, la montó en su automóvil y siguieron el viaje con ella.
En poco tiempo, ella fue mejorando su actitud y ya no era tan tímida, ella estaba visitando lugares increíbles y su estado de ánimo mejoró. Sin embargo, viajar con Ginger fue una tarea difícil, cada paso fronterizo se convertía en toda una aventura, requisitos o impuestos por trasladar a un perro. Además, la gente en África no siente tanta afinidad por las mascotas, como la gente de Europa o América.
En África suelen maltratar mucho a los perros, en la calle los patean y a nadie le importa su bienestar.
Por eso Sara decidió comenzar a utilizar a Ginger como embajadora de los perros y acercándose a las escuelas ha estado dando charlas que le permitan fomentar el amor y el respeto por los animales a los niños.
Y Ginger estaba muy feliz de acompañarla, de hecho, es feliz acompañándola a cualquier lugar.
Han estado en muchos lugares increíbles, frente a elefantes, han escuchado leones, han nadado en Malawi y hecho senderos en Botswana y Zimbabwe. Han visto atardeceres y amaneceres juntas, ha tenido que esconderla para protegerla, pero también la ha dejado caminar libremente por la selva.
Después de un tiempo, la familia de Sara le pidió que fuera a casa de visita y pasara las navidades con ellos.
Ella aceptó, pero evidentemente iría con Ginger, a quien le consiguió un pasaje en avión. Estaba un poco asustada de cómo lo tomaría su perrita y cómo se llevaría con la cuidad. Y resultó ser mejor de lo que esperaba, ella estaba emocionada y exploraba cada centímetro que caminaba, eran muchos olores nuevos para ella.
Desde que Sara sacó a Ginger de su infierno, no hace más que llevar una sonrisa en su rostro.
Esta chica ha tenido que hacer muchos sacrificios, ha sido complicado y costoso llevar a Ginger, pero no se arrepiente en lo absoluto. Ahora pasarán varios meses en España, pero se encuentran planificando su próximo viaje a África, donde ella planea fundar una organización sin fines de lucro para ayudas a los perros locales, que tengan necesidades. De hecho, en ocasiones, Ginger ha rescatado y se ha hecho amiga de perros que han sido maltratados. Si quieres seguir sus aventuras puedes hacerlo desde su cuenta en Instagram.
Comparte esta hermosa historia y seamos eco de las acciones de personas como Sara.