El dolor de la pérdida de un ser querido no es un sentimiento reservado exclusivamente a los humanos, los animales lo sienten también y con mucho pesar. Es por eso que cuando la dueña de este gato falleció sensiblemente, su vida cambió para siempre.
Primero, el día del funeral los demás familiares y amigos de la anciana Ibu Kundari, pudieron ver al gato llorando sobre la tumba.
Él estaba tendido sobre la tierra donde su dueña encontró su último reposo, lloraba desconsoladamente y nadie pudo evitar sentir simpatía por el pobre y desolado animal.
Algunos intentaron darle un nuevo hogar al pobre gatito abandonado, pero este se rehusaba.
Una y otra vez regresaba desde donde lo hubieran llevado al mismo punto siempre: la tumba de su dueña.
El gato tomó por hábito dormir en la tumba todas las noches.
Keli Keningau Prayitno fue uno de los buenos samaritanos que intentó, sin éxito, adoptar al pequeño y entristecido animal.
«Pensé que se trataba de un gato abandonado o callejero, por eso quise ayudarlo, pero fue inútil, siempre regresaba al mismo lugar.”.
Fue imposible despegar al gato de la tumba azul a la que siempre regresaba, olfateando y buscando a la persona que había partido para siempre.
La dueña del gatito era una anciana mujer que vivía con sus hijos. El gato era su mayor compañía. Cada día como si de un ritual mágico se tratara, el gato regresa a la casa donde vivía junto con su dueña.
Allí los hijos de la anciana mujer le dan alimentos y agua, luego el gato regresa a la tumba que guarda como un feroz protector. Algunos intentan llevárselo, pero él no quiere irse.
Solo se acuesta en la tumba, gira sobre la tierra y permanece allí siempre.
Intrigado por el extraño comportamiento del animal, Keningau Prayitno decidió seguirlo para descubrir la razón de su terquedad.
Así fue como descubrió que siempre se dirigía hacia esa tumba en particular. También notó que todos los días por un par de horas se ausentaba. Al seguirlo encontró la antigua casa de la anciana y por fin pudo conocer su historia. Keli quedó conmovido por lo sucedido.
Le sorprendió que ya había transcurrido un año desde la muerte de su antigua dueña y aún así el gato se negaba a irse de la tumba y a mudarse a un nuevo hogar.
Keli ahora le lleva comida al gato hasta su hogar, haciéndole compañía en su misión.
Esto demuestra cómo son los gatos con las personas que aman, es asombrosa su capacidad infinita de amar y de ser fieles hasta las últimas consecuencias.
Comparte esta asombrosa historia con todos los amantes de los gatos que conozcas, seguro les alegrarás el día. ¿Podría después alguien atreverse a asegurar que los animales no tienen sentimientos?