Llegar al ocaso de la vida puede ser una experiencia traumática tanto para una persona como para un perro y precisamente eso fue lo que experimentó Saint.
Este hole bull encontró cobijo en un refugio para personas sin hogar, pero cuando supo que sus días estaban por terminar quiso experimentar lo que era el amor verdadero.
Para suerte del perro, un hombre lo vio y decidió ayudarlo.
El samaritano llamado Heather se cruzó con Saint y entendió que ya había pasado por mucho en su vida como para no brindarle la oportunidad de ser verdaderamente feliz.
El perrito ya no tenía fuerzas para continuar, había pasado varios días sin alimentarse y parecía que solo esperaba cerrar sus ojitos.
Era evidente que su salud no estaba bien pero tampoco su espíritu.
El hombre decidió llevarse a este perrito a su casa y convertirse así en un rescatista independiente.
Resultó que Saint estaba enfermo de parásitos que ya habían contaminado su sangre, el pobre se encontraba verdaderamente débil y por eso no tenía ánimo ni para levantarse pero el asunto cambió paulatinamente al llegar a su nuevo hogar.
Heather vivía con otras mascotas, así que ahora el can debía adaptarse a las rutinas de la familia.
La primera semana de estar en casa fue complicada para todos, Heather no entendía el silencio del perrito y dudó si él realmente quería estar allí. Por fortuna, los temores se desvanecieron muy pronto.
“Lento pero seguro, pasaron un par de semanas y el perrito hizo su entrada a la sala de la casa por su propio pie. Ahora está intentando adaptarse a su nueva familia”.
Aunque el samaritano no sabía si estaba realmente ayudando al can, él le demostró que sí lo hacía y lo agradecido que se sentía. Saint no había experimentado lo que era que alguien se preocupara por él y por eso su salud comenzó a mejorar cuando encontró a una familia.
Saint se puso de pie y comenzó a caminar y comer.
Sus pasos eran lentos, pero quedó claro que él estaba decidido a continuar y eso motivó también al rescatista que no lo dejaría solo.
El perrito se había reconectado con el mundo y sabía que aún le quedaba una vida por disfrutar.
Solo un par de días después ya el perro estaba trepándose sobre Heather y se paseaba cómodo por la casa.
Además, el cambio despertó en él sus ganas de disfrutar cada momento. Resultó que Saint era un perrito juguetón, al que le gustaba perseguir a sus compañeros y salir a estirar sus patitas.
Aunque sus avances eran plausibles, había algo que el peludo aún no acepta y era la comida.
Parece extraño pero este amiguito tiene una relación tormentosa con los alimentos y su cuidador no sabía cómo convencerlo de comer. Sin embargo, todo cambió cuando descubrió cuál parce ser el platillo favorito de Saint: el pollo asado.
Heather limpia bien la pieza y quita la piel para darle al peludo solo la carne y que consuma el menor grado de grasa posible.
Esta técnica le está funcionando.
Después de que su dieta mejoró, las ganas y energías para jugar también lo hicieron. Saint comenzó a interactuar mucho más con el mundo y además entendió que hay más vida y diversión fuera del rincón de la casa en el que suele estar.
Ahora los paseos son su mayor diversión.
Aunque la adaptación no fue tan rápida, sí ha sido eficiente y ese peludo resignado a la muerte está ahora feliz de saber lo que es verdaderamente el amor y tener una buena vida.
El perrito cuenta con el hogar y la familia que siempre debió tener, así que su pasado de necesidades quedó enterrado.
Gracias a este hombre por su buen corazón al abrirle a Saint las puertas de su hogar.