Los golden retrievers son perritos muy juguetones que incluso en la adultez siguen comportándose como verdaderos cachorros. Por ese motivo y por su dulzura y lealtad resultan los compañeros ideales para cualquiera; eso lo tiene muy claro la familia que decidió llevar a un peludo de estos a casa pese a su extraño comportamiento.
El nombre de este Golden es Stanley y tiene 6 años.
Aunque el peludo lucía completamente sano y juguetón, su comportamiento parecía algo diferente para las personas que lo cuidaban y nadie comprendía exactamente la razón.
Por un tiempo se pensó que era debido a la raza pero la verdad es que el golden tiene un ligero problema mental que lo lleva a comportarse diferente a los demás.
Este es un perrito bastante peculiar pero amoroso.
Stanley fue salvado por los voluntarios de la organización Golden Retriever Rescue de Mid-Florida, Inc., después de que su primer dueño decidiera entregarlo a ese lugar. En ese momento la persona alegó que no podía tenerlo y por eso decidía dejarlo en el refugio.
Conmovidos ante la injusticia, los voluntarios se quedaron con el golden.
Al estar presuntamente sano, el can entró en la lista de disponibilidad y diversas familias decidieron conocerlo. Fue durante ese tiempo que Stanley vio por primera vez a quienes se convertirían en sus papitos humanos.
Estas personas quedaron flechadas por tan lindo galán.
Durante ese primer encuentro la familia pensó que el golden era bastante peculiar. Resulta que durante esa visita lo hallaron durmiendo sobre una mesa. Un comportamiento no muy común en un perro, pero si los gatos lo hacen quizás podría haberlo copiado en el refugio, o eso pensaron en el momento.
Además la dulzura que transmitía al dormir llevó a estas personas a obviar el evento.
La docilidad de Stanley y su carisma los enamoró, lo único por lo que estaban preocupados era por el nivel de energía del golden. La familia tenía otro perro de la misma raza en casa y era necesario que ambos se llevaran bien.
Tras otras visitas al centro la pareja notó que en realidad el peludo era bastante amoroso y «poco problemático», así que decidieron adoptarlo.
El perrito había hallado un segundo hogar.
Una vez en casa fue cuestión de horas para que el golden se sintiese en confianza. Éste no solo se llevó bien con la otra perrita, sino con los niños de la familia.
En ese punto todo pintaba de maravilla. Sin embargo, pasadas algunas semanas decidieron que Stanley necesitaba entrenamiento pues las reglas no parecían ser su fuerte.
El cachorro juguetón necesitaba disciplina.
En principio, el asunto no fue problema para sus humanos puesto que Karma, la otra perrita, también había pasado por las manos de un entrenador para facilitar su adaptación.
Pero meses después nada parecía controlar al nuevo golden.
El profesional que lo atendía incluso recomendó realizarle un examen de audición, pero al llegar los resultados todo parecía bien.
Tras unos meses sin lograr que el golden entendiera ciertos comandos, el hombre terminó por renunciar.
Parecía que nadie hacía entrar en cintura al peludo.
Un segundo entrenador también fracasó en sus intentos pero sembró una duda en la mente de la familia al sugerir que el golden tenía problemas mentales.
La pareja consultó el asunto con el veterinario de Stanley pero este no se tomó el asunto con seriedad. Al parecer la posibilidad le parecía descabellada y la descartó de inmediato.
Stanley escondido entre una manta.
Con la incertidumbre, los humanos del perrito notaron que éste tenía unas rutinas casi obsesivas como: llevar una almohadilla rosa a todas partes, esconder una zapatilla, el control remoto y un peluche debajo de la cama.
Estos eran siempre los mismos objetos, lo cual pareció sospechoso a los dueños.
En conversación con un amigo, la pareja compartió su preocupación y el hombre sugirió aplicar una prueba de coeficiente intelectual para perros, que había visto en un libro. El test consistía en tres simples pasos:
- Llamar al perro por su nombre.
- Cubrirlo con una manta.
- Colocar frente a él una golosina tapada con una taza.
En las tres pruebas debían observar cuál era la reacción del golden.
Después del experimento resultó que Stanley no pudo reconocer su nombre, no logró zafarse de la manta y tampoco encontró la golosina.
Esa misma prueba la hicieron con Karma y la perrita resolvió todo positivamente.
Nuestro amiguito había fallado todos los intentos.
Después de esto le contaron los resultados al veterinario y el hombre les dio la razón a los dueños.
Era evidente que el golden era diferente, además el médico también acotó que podría haber sido como consecuencia de la endogamia.
Stanley sin poder salir de la manta.
Para esta familia el comportamiento extraño de su mascota tiene ahora una justificación pero no por ello están dispuestos a cambiarlo por ningún otro animalito. Lo importante es que el golden está sano y ellos lo aman tal y como es.
“Puede que sea un poco lento, pero sus peculiaridades tontas, su buena naturaleza y su extraña personalidad nos hacen amarlo aún más”, dijo su dueño.
Cada criatura es diferente y entre esas peculiaridades surge su verdadero valor, por eso como estos dueños, respetemos y amemos a nuestras mascotas tal y como son.