Hace un par de semanas llegó a nuestra redacción la historia de un tierno perrito llamado, para ese entonces, Benito. Seguro recuerdas al peludito de Paraguay que estuvo viviendo a las afueras de un hospital a la espera de su antigua dueña, sin saber que la mujer había fallecido de COVID-19.
Pues ahora, este amigo fiel dejó de lado sus días de angustia y soledad y se ha convertido en uno de los consentidos de su familia.
Benito fue adoptado y rebautizado como Rubio.
Emigdio Benítez y su familia le dieron una segunda oportunidad al can, después de ver su historia en diferentes medios de comunicación.
Tras la muerte de su dueña, Rubio esperó pasó casi dos meses en el hospital y era alimentado por los trabajadores y familiares de los pacientes recluidos en el centro de salud.
Fueron días muy difíciles para el pequeñín.
La lealtad del animal era admirable y eso lo hizo merecedor de tanto cariño en el lugar. No obstante, las calles no son buenas para nadie y el perrito comenzó a desmejorar. El animalito no tenía la alimentación ni los cuidados necesarios.
Por suerte la organización Marcando Huellas lo rescató.
Cuando el can llegó al refugio fue revisado por el veterinario quien, tras unos estudios, determinó que tenía tos de perrera, una afección en su piel y leishmaniosis canina.
Rubio pasó casi tres semanas en manos de los voluntarios de Marcando Huellas antes de conocer a Emigdio y su esposa, quienes se convirtieron en su nueva familia.
Toda la espera valió la pena.
El perrito fue recibido en un hogar lleno de amor y con una pasión incomparable hacia los animales. Desde que recibieron a su primera mascota en el 2007, Emigdio y su esposa han adoptado a 10 perritos y un gatito; es decir que el hermoso Rubio llegó para convertirse en la mascota número 11 de la pareja.
Rubio con algunos de sus hermanitos.
De hecho, el espíritu animalista de estas personas fue una de las razones por las cuales se vieron obligados a cambiarle el nombre. En casa de la familia Benítez ya existe un perrito llamado Benito, así que el nuevo integrante fue recibido como Rubio.
Su rebautizo no ha sido un problema para él; aunque Emigdio relató que entre los dos peludos hubo ciertas diferencias al llegar a casa.
Al parecer ambos canes querían tener el control en la familia.
Al punto tal que fue necesario llamar a un entrenador de perros para que pusiera orden.
“Costó un poco la adaptación con Benito y con Rubio por el tema de que los dos querían ser el macho alfa de la casa. Entonces, tuvimos que recurrir a un adiestrador de perros para que nos ayudara a que ellos pudiesen tolerarse y pudieran convivir”, dijo Emigdio a Zoorprendente.
Las clases fueron bastante productivas, pues ahora Rubio y Benito se llevan bastante bien. Aunque Emigdio confiesa que de vez en cuando puede haber algún gruñido en casa pero ellos lo toman con normalidad.
Hay que recordar que son once peluditos siendo una gran familia.
Pese al número elevado de animales, la familia Benítez le brinda los cuidados necesarios y atenciones a cada uno de ellos. Además poseen una casa con un patio amplio en el que los peludos pueden jugar cómodamente.
A Rubio le gusta mucho explorar y explayarse a sus anchas sobre el césped
Emigdio está feliz con la decisión que tomó al contactar a la organización para adoptar a Rubio y por eso difunde un mensaje:
«No duden en brindarle un espacio no en sus casas, sino en su hogar y en el corazón de cada uno. Esa es una decisión de la cual uno no se arrepentirá jamás. Siete de nuestros perritos son rescatados y les dimos una segunda oportunidad», pidió Emigdio.
Pero no solo la familia está feliz en casa sino Rubio que, además de leal y cariñoso, resultó bastante agradecido. Es por ese motivo que no olvida a la generosa mujer que lo rescató, Patricia Ruíz y de vez en cuando le envía vídeos cargados de cariño.
Acá un saludito del consentido de Rubio para Patricia.
La historia de Rubio nos llena de mucha admiración por esas personas que deciden abrir sus corazones y acoger a quienes tanto nos necesitan. Agradecemos a Emigdio y su familia por todo el amor que le dan no solo a Rubio, sino a todas sus mascotas. De igual forma a Patricia por la gran labor que hace en Marcando Huellas, sin ellos este final feliz no hubiese sido posible.
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