Barry Myrick, de 37 años, trabajaba para una empresa de control de plagas en la ciudad de Nueva York, Estados Unidos, pero en marzo del 2020 fue despedido a raíz de la pandemia.
Tras desincorporarlo de la plantilla de empleados la compañía le exigió de debía devolver a Roxy, una adorable perrita pitbull terrier que había sido entrenada para olfatear chinches.
Roxy era la compañera de trabajo de Barry, entre ellos había nacido un vínculo muy especial, hacían un equipo perfecto.
Barry estuvo con Roxy durante cuatro años inspeccionando casas y centros comerciales. La perrita había sido asignada por la empresa, quien cubría los gastos de médicos y de comida. Desde entonces ha vivido con Barry.
“Ella es mi mejor amiga. Me comprometí a cuidarla hace mucho tiempo y nada se interpondrá entre nosotros”, dijo Barry.
Tras ser despedido Barry devolvió el vehículo de la compañía, las tarjetas de crédito, el equipo con el que trabajaba, y todos los implementos que le habían sido asignados, pero no a su fiel compañera canina.
En junio de 2020, el ex controlador de plagas recibió una carta de la corporación donde denominaba al animal como “propiedad de la empresa” y le exigió devolverla de inmediato, pero Barry se negó a cumplir con esta instrucción.
Después de conocer la negativa de Barry la compañía inició una acción legal acotando que la perrita había sido robada y a Barry le fueron impuestos cargos por hurto.
“Pasé 15 horas en la cárcel. No le deseo eso ni a mi peor enemigo. Las historias que escuché eran irreales, alguien había golpeado a su padrastro con un bate de béisbol. No podía decirle a nadie que estaba allí por un perro”, dijo Barry.
La empresa inicialmente no solicitó la devolución de la perrita porque según ellos Barry les hizo creer que eventualmente volvería a trabajar con Roxy.
Cuando Barry empezó a trabajar en esa empresa hace cuatro años firmó un acuerdo que establecía que la perrita era propiedad de la compañía.
Sin embargo, el abogado de Barry alega que la compañía perdió el derecho a Roxy tras no pedir inmediatamente su devolución y no compensarlo por cuidarla esos meses.
Por suerte, para Barry y Roxy a finales del año pasado un juez rechazó la demanda de la devolución del perro mientras se sigue el proceso. Dictaminó que lo mejor para Roxy era vivir con Barry por ahora.
Aplaudimos la valentía de este hombre que ha defendido a su amiga canina, aunque eso signifique perder su libertad.
Comparte esta historia de amor para apoyar que Barry y Roxy sigan viviendo felices y juntos.