Una gatita que permaneció demasiado tiempo en el refugio esperando un hogar, finalmente encontró a la familia de sus sueños.
En ocasiones el sistema de adopción resulta tan subjetivo como algún certamen de belleza. Por cruel que pueda sonar, las personas suelen fijarse de la primera impresión que los animalitos les dan, así que criaturitas como Bean con una peculiar carita gruñona podrían verse en desventaja.
Lamentablemente muchos animales permanecen durante mucho tiempo en el refugio porque su apariencia o condición los hace pasar desapercibidos por aquellas familias que buscan a una mascota «bonita», «adorable» y sin ninguna condición especial de salud o discapacidad.
Bean parece gruñona pero es muy tierna.
La minina de hermoso pelaje gris fue rescatada el año pasado de las calles de Alemania y enviada a un refugio con la esperanza de hallarle un hogar, sin embargo, el asunto no fue tarea sencilla.
La gente no quería nada con la gatita.
Bean tenía una particularidad en su rostro que la hacía lucir como una gatita mal encarada todo el tiempo y, aunque eso no definía su personalidad, resultaba una barrera ante sus posibles adoptantes.
Ni sus grandes ojos lograban convencer a alguna familia que la quisiera.
Pero como cada persona tiene a su media naranja, de igual forma para los animalitos también hay un dueño ideal.
Y, tras meses de espera, esta chica por fin conquistó el corazón de una buena mujer.
Y esta buena mujer también la conquistó a ella.
Se trataba de Francisca, quien no pudo contener las lágrimas al saber que la gente no la había querido adoptar.
«Se veía tan especial y linda, y sabía que tenía que conocerla.
Escribí al refugio y recibí una llamada, preguntando si estaba segura de que Bean era el gato que quería conocer, porque nadie se había interesado en ella.
Lloré al pensar que nadie la quería. Así que hice una cita con ellos, porque estaba aún más decidida a conocerla», compartió Francisca.
En esa primera reunión, la mujer esperaba encontrarse con un gato colosal de unos 10 kilos y se sorprendió al descubrir lo pequeña y tierna que era Bean, una pobre almita discriminada sólo por su rostro.
La expresión «gruñona» de su cara no resultaba agradable para los que buscaban a una mascota. Es triste que las personas no sepan amar como los animales, sin condiciones y viendo con los ojos del corazón.
Una razón absurda, pero poderosa para quienes no la querían.
Tan pronto como Francisca vio a Bean quedó cautivada y la gatita parece también haber caído rendida ante los encantos de la mujer.
«Era más perfecta de lo que podía haber imaginado. Era una pequeña bebé de 3-4 años.
Las lágrimas corrían por mis mejillas mientras se frotaba contra mi pierna», le dijo Francisca.
En el refugio no podían permitir que la felina pasara más tiempo en el lugar, el amor que había entre ella y Francisca era evidente, así que agilizaron el proceso de adopción y la gatita pudo conocer su nuevo hogar.
Algo tímida en principio, Bean se acostumbró rápido a su casa.
Apenas Bean llegó a la residencia, se sintió como si estuviese en su casa de hacía años atrás, era evidente que estaba en confianza.
«Se sintió como en casa desde el primer segundo. Se acostó en el sofá y tomó una siesta como si el sofá fuera lo más cómodo que había experimentado», recordó Francisca.
Los primeros días en casa, la gatita Bean parecía dudar lo que estaba viviendo y no se le despegaba a Francisca ni para ir al baño.
De algún modo, la felina tenía miedo de que la abandonara, pero eso jamás sucedería porque ella no le presta atención a las apariencias, ahora esta gatita de aspecto gruñón es una mascota feliz.
Todos los animalitos merecen un hogar, a ninguno deberían negarles la oportunidad de conocer el amor. La historia de Bean nos demuestra que jamás se debe juzgar o discriminar a nadie por su apariencia.