Si bien nadie es infalible y todos los seres humanos, por humanos, cometemos errores y tenemos derecho a tratar de resarcirlos, ¿qué pasa cuando nuestros actos suponen un daño imborrable en otros seres más indefensos y vulnerables? Por muy buenas que sean las intenciones.
Las consecuencias las tendrá que descubrir en su debido momento un hombre, quien tenía a su cargo al menos 19 pequeñas mascotas, que mantuvo encerradas y encadenadas durante un largo período de tiempo que se extendió por años, hasta que su conciencia le hizo llamar por ayuda.
Tras tanto sufrimiento infringido, el hombre decidió contactar a la organización en pro del rescate de animales, NM Dog, que opera en el estado de Nuevo México, Estados Unidos, cuyo grupo de voluntarios se hicieron presentes rápidamente en su domicilio.
“Necesito ayuda urgente para mis perritos. Es prioritario que alguien más los cuide”, dijo el hombre a través del teléfono a sus interlocutores en la fundación.
Al llegar, el sujeto confesó su crimen. Según aseguró, preso del arrepentimiento, tarde ya, los mantuvo sometidos al oprobio del frío metal de las cadenas, desaseados, y alimentándolos solo cuando lo recordaba, muy de vez en cuando.
El horrible resultado de su actuación fue que, aunque fueron puestos a salvo, ahora los cachorros presentan serios traumas físicos y emocionales. Si bien dicen que más vale arrepentirse tarde que nunca, lo que sí está claro es que este tipo de actos son inexcusables desde todo punto de vista.
Algunos ejemplares fueron encontrados atados, pero, otros vivían dentro de automóviles desvencijados, dejados a un lado en los alrededores de la propiedad. La mayoría tenían heridas y se encontraban en un franco estado de deterioro y desnutrición.
“Estaban famélicos, muy sucios y viviendo en condiciones deplorables”, declaró uno de los empleados del albergue que acudieron al sitio.
Sin embargo, lo que más impactó a los rescatistas fue el desparpajo con el que el hombre contó lo sucedido. Dijo que conservaba a los animales así desde hacía cinco años, sin bañarlos jamás, y alimentándolos poco.
En vista de la situación, el equipo de voluntarios pidió refuerzos, e intentaron sacar a los animales hasta que todos estuvieron en libertad. El grupo de peluditos debió ser trasladado de inmediato para su revisión médica.
En una actualización, se supo que el trato con los cachorros ha sido bastante complejo. No sabían lo que es ser arropados con una cálida manta, una comida sustancial, o, simplemente cómo recibir una caricia. A muchos aún se les prepara para la adopción. Otros en cambio, por fortuna han encontrado un nuevo hogar adoptivo, a tan solo días de su rescate.
En cuanto al presunto agresor, la fundadora de NM Dog, Angela Stell, dijo que fue esta persona la que pidió ayuda y expresó su profundo arrepentimiento. Tras analizar a fondo la situación, se ha decidido no presentar cargos contra él. Al menos tuvo la valentía de pedir ayuda para los animalitos.
El mayor problema que presenta la legislación del estado de Nuevo México en materia de derechos animales, es la falta de personal y de presupuesto, lo que ha convertido este tipo de hechos en sucesos cotidianos, que incluso ya forman parte de la cultura de muchos lugareños.
Por su parte, la organización NM Dog se comprometió a hacer todo lo que esté en sus manos hasta que el último de los cachorros tenga una nueva familia que le brinde el amor que se merecen. Difunde esta historia, seamos su voz.