La caza furtiva es un hecho que no sólo socava la existencia de especies salvajes, sino que atenta contra nuestra propia supervivencia, ya que la extinción de una supone la de todas. Somos parte de un ecosistema, pero lamentablemente, pareciera que aún no lo tenemos claro y nos falta mucho camino por recorrer para saberlo.
La historia de hoy es particular, incluso podríamos decir que irónica, ya que un grupo de cazadores de ciervos ha sido sancionado, no por practicar este mal llamado “deporte” que cobra la vida de miles de ejemplares anualmente, sino por irrespetar los protocolos de distanciamiento social impuestos por el nuevo brote de coronavirus.
Así fue como lo narró Paul Tillsley, activista y miembro de la League Against Cruel Sports, pero, además, testigo de la reunión de al menos 130 carniceros que incluía tanto a espectadores como a participantes, como parte de su controvertida e indignante “celebración” estacional.
Este centenar de personas, algunas a caballo, sin mascarillas e irrespetando las normas de distanciamiento social, ha sido duramente criticado desde el pasado 17 de septiembre por su clara demostración de arrogancia en la inobservancia de las normas impuestas para evitar el contagio. ¿Pero que hay de la vida de los ciervos que iban a cazar?
Sin embargo, a pesar de la ruptura del protocolo de la pandemia, el grupo reclamó recientemente la subvención del gobierno de 11.000 euros para las empresas afectadas, así como un préstamo de otros 55.000 eurosl para los contribuyentes golpeados por la actual crisis.
Paul Tillsley registró la insensible reunión
“Se burlan de los sacrificios que la gente hace en todo el país para limitar las reuniones y detener la propagación de la enfermedad”, afirmó Tillsley.
Lo más curioso es que la gran mayoría de los asistentes eran ancianos, lo que es aún peor, ya que, como se sabe, son la población más vulnerable al coronavirus. Es ridículo, irónico y triste ver cómo no podemos encontrarnos con más de seis personas en nuestros jardines, parques y plazas de las ciudades, pero sí está bien hacerlo para cazar.
“Solo vi a una persona con mascarilla. Sin embargo, vas a la calle principal y todos en las tiendas usan mascarillas. Esta gente estaba socavando todo eso”, dijo Tillsley.
El principal problema, según se ha dicho, es que la firma Devon y Somerset Staghounds se aventura a cazar entre los meses de agosto y abril, tres veces por semana y sin necesidad de licencia, ya que la misma no depende del permiso de los agricultores de la zona para realizar sus actividades.
No obstante, se supo que esta caza en particular terminó prematuramente cuando uno de sus participantes, lamentablemente, se cayó y se rompió la pelvis. Digamos que pagó y se dio el vuelto. Sin embargo, el descorazonador rastro de la caza furtiva y la creciente avaricia alcanzan niveles insostenibles que esquilman el planeta a una velocidad cada vez mayor.
Comparte esta historia con tus familiares y amigos. La caza furtiva es un negocio sangriento que ocupa el tercer puesto en la lista de los hechos del crimen organizado a nivel mundial y que, por lo tanto, hay que erradicar.