Alfred Date pasó los últimos años de su vida demostrando que siempre podemos hacer algo para ayudar a quienes más lo necesitan, él aprendió a tejer hace mucho tiempo.
En aquel momento no imaginó que esa actividad se convertiría en su gran pasión y que lograría generar un impacto muy positivo en decenas de pingüinos.
Alfred empezó a tejer en 1932, porque quería hacer un abrigo para su sobrino.
El dulce abuelo trabajó incansablemente junto al programa Knits por Nature. Allí, los voluntarios tejen preciosos abrigos para proteger a los pingüinos que son afectados por los derrames de petróleo.
En Australia, estos terribles accidentes significan un enorme peligro para el medio ambiente y todos los seres que hacen vida en el mar.
“En el 2001, un derrame afectó a 438 pingüinos bebés. Afortunadamente, el 96% de ellos se salvaron y los jerséis jugaron un papel muy importante”, explicó Lauren Barker, una empleada de la Fundación.
Cuando un pingüino llega a un área afectada por el derrame, sus plumas se vuelven completamente aceitosas y quedan expuestos a las bajas temperaturas. Los pobres animales se vuelven más pesados y ya no pueden nadar ni buscar alimentos.
Philip vivía en la Isla Phillip en la costa sur de Australia.
Por si esto fuese poco, el asunto se vuelve más grave cuando los pingüinos intentan limpiarse las plumas con ayuda de su pico, terminan ingiriendo la peligrosa sustancia y el resultado es fatal.
“Por correo, la gente nos dice que quiere sumarse. Les enviamos el patrón, ellos tejen los jerséis y luego los envían terminados”, explicó Jaquelina Alves-Ferreria, la encargada de la Fundación.
Por suerte, los rescatistas tuvieron la idea de realizar pequeños abrigos que los pingüinos utilizan de manera temporal y que funcionan como una barrera protectora. Alfred Date fue uno de los voluntarios más entregados a su labor.
Si un abrigo no le queda a ningún pingüino, la fundación lo vende y lo utiliza para recaudar fondos.
Horas después de llegar a un hogar para ancianos, las enfermeras le hablaron sobre el bonito proyecto. Él decidió que sería maravilloso para poder mantenerse activo y sumarse a una buena causa.
“Nunca he podido decir que no. Siempre me ha gustado hacer lo que sea necesario para ayudar a los demás”, dijo Alfred en una entrevista.
Lo más sorprendente de todo, es que Alfred realizó esta honorable labor hasta días antes de partir. Vivió nada menos que 109 años de edad y hasta sus últimos días trató de proteger a tantos pingüinos como fuese posible.
No hay dudas de que este hombre fue un verdadero ejemplo. Nunca es tarde para aportar nuestro granito de arena y hacer de este mundo un lugar mejor.
¿Qué opinas de los bonitos abrigos de Alfred? Comparte esta iniciativa para ayudar a alertar sobre los terribles estragos que los derrames de petróleo causan en los animales.