En los últimos años hemos sido testigos de una creciente preocupación por nuestras responsabilidades hacia los animales que tenemos como mascotas, en los laboratorios, en las granjas o en los zoológicos. ¿Estamos dándoles lo que necesitan? De no ser así, ¿estamos haciéndoles sufrir como resultado de ello? ¿Sabemos lo que realmente quieren?
Resulta sorprendente cómo algunas personas pueden deshacerse tan fríamente de un animal, no nos cabe en la cabeza tanta saña y crueldad contra un ser inocente. Lo cierto es que, lamentablemente para quienes aún tenemos el corazón en el lado correcto, existen mentes distorsionadas, oscuras, que han dejado atrás cualquier mínimo atisbo de compasión y piedad.
Hace algunos días, un grupo de hombres y mujeres pertenecientes al grupo de rescatistas de Stray Paws, en San Luis, Missouri, Estados Unidos, dieron con un pequeño perrito bautizado como Moghy, quien se encontraba en las condiciones más indignas y reprobables.
Moghy tenía miedo y no permitía que se le acercaran
El perrito presentaba hematomas producto de varios golpes, signo ineludible del abuso sufrido en repetidas ocasiones a manos de sus humanos anteriores. Como si eso fuera poco, sus patas delanteras y traseras se encontraban maniatadas con alambre, lo que le impedía moverse o buscar ayuda.
El animalito yacía sobre la hierba, encima del promontorio de un cementerio, un detalle bastante significativo que no pasó desapercibido por los voluntarios. Fue prácticamente un milagro haberlo descubierto. Moghy estaba tan débil para pedir ayuda, como desconfiado, producto de los traumas que había sufrido.
No dejaba que acercaran a él, de hecho, como mecanismo de defensa Moghy mostró los dientes e intentó morder a sus salvadores cuando estos trataron de acariciarlo para calmarlo.
“No había otra manera de entenderlo: el perrito solo veía un peligro en las personas”, dijo una mujer del equipo de rescate.
Con ese nivel de trauma, los rescatistas optaron por ir más allá de la voluntad de Moghy y se apresuraron a sacarle del sitio. El pobre ya no sabía distinguir lo que era bueno para él, de lo malo.
“Tuvimos que acelerar el procedimiento. Estaba padeciendo mucho dolor”, añadió la rescatista.
Finalmente, fue tomado en brazos y llevado a un centro veterinario donde le fueron extraídos cuidadosamente los alambres y sanadas sus heridas. Sin embargo, Moghy necesitó muchos meses de rehabilitación para volver a confiar en las personas.
Finalmente, se dejó acariciar. Poco a poco fue recuperando la confianza hasta que, un buen día una mujer decidió compartir su vida con él. Hoy en día es la feliz mascota de alguien a quien también hace feliz tenerle como un miembro más de la familia.
Son muchísimo más comunes de lo que creemos estos casos de maltrato y abandono. Definitivamente, a pesar de que el pasado nos haya roto el alma en mil pedazos, siempre hay un futuro brillante que nos espera. Nunca perdamos la Fe, comparte este rescate.