Aún en pleno año 2020, hay quienes disfrutan de la exhibición de animales que han sido arbitrariamente encerrados para ofrecer espectáculos dirigidos por una industria de entretenimiento que se lucra a costa de su sufrimiento. También hay quienes educan a los niños promoviendo la caza, los circos con animales, y otro tipo de actividades que implican el dolor de seres inocentes.
Observando los hechos, lo único que pueden enseñarnos esas personas es cómo tratar indignamente a otro ser vivo para humillarlo.
Dillan es un osito negro que sufrió décadas de abuso inmisericorde por parte de sus irresponsables y egoístas supuestos cuidadores. Estuvo expuesto durante todo ese tiempo encerrado en una pequeña jaula en las inmediaciones de un club deportivo de Pennsylvania, Estados Unidos.
Dillan cruelmente encerrado
Enclaustrado a su suerte y en un espacio muy limitado, Dillan era víctima de constantes abusos y torturas que fueron mermando su salud: mala alimentación, ruidos de disparos -su jaula estaba a pocos metros de un campo de tiro – y cientos de odiosos visitantes que lo molestaban y se burlaban de él.
Al conocerse de su caso, decenas de organizaciones animalistas alzaron su voz para hacer visible esta injusticia ante los medios y ejercer suficiente presión para que el animal fuera liberado de una vez y pudiera tener una segunda oportunidad de un futuro digno.
“Los animales salvajes no están para nuestro entretenimiento. La humanidad ha avanzado mucho en temas como tecnología, medicina y derechos sociales, pero parece que el concepto de la dignidad animal aún no resuena en todas las personas”, declaró un activista en pro de los derechos de los animales.
La celda del oso no contaba con agua suficiente y era solo de hormigón, lo que a la larga le produjo una serie de heridas que terminaron por infectarse, sus dientes estaban defectuosos, sus encías también estaban infectadas, además, sufría un serio problema de sobrepeso ocasionado por tantos años de inactividad.
Todo su mundo se reducía a su pequeña jaula de metal y cemento. Su salud y estado mental estaban devastados, y eran fiel reflejo de su cautiverio: el animal estaba deprimido y sin ganas de vivir, a punto de colapsar irremediablemente y sin ningún sentido.
Y es que, para los desalmados dueños de este club, el oso era su marca registrada, parte fundamental de su identidad, por lo que durante todos estos años se negaron rotundamente a dejarlo en manos de alguna fundación que lo cuidara y lo ayudara, convirtiendo al pobre animalito en una eterna y cruel “atracción”.
Después de un tiempo, las protestas lograron llevar el caso a las pantallas estadounidenses, donde decenas de miles de personas de todo el país se solidarizaron con la causa y la presión rindió sus frutos cuando este lunes pasado, el club de atletas decidiera finalmente liberar al animal.
“Fue una llamada del famoso actor Alec Baldwin al gobernador de Pennsylvania la que logró la liberación de Dillan”, añadió el ambientalista.
Este grupo de personas que cometió este acto sin nombre, aún no se da cuenta de que los animales no están para nuestro entretenimiento, y lo peor es que todavía quedan otros animales que necesitan ser liberados.
En plena segunda década del siglo XXI, debemos tener presente que el abuso hacia un ser indefenso, tenga el nombre que tenga, es un acto repudiable que no podemos seguir tolerando a ojos cerrados. Resulta inaceptable, desde todo punto de vista, que este tipo de situaciones se sigan presentando.
En la imagen se ve a otro de los animales encerrados, no debemos permitir que los tengan enjaulados
Comparte este caso y recuerda que informar, concienciar y fomentar la solidaridad hacia los animales es la clave para el logro de una vida plena de todos los seres con derechos que habitamos este vasto y hermoso planeta azul.