Lo mejor de hacer ejercicio, pero, sobre todo, de correr, es que te enseña que, en algún momento de la vida, en cualquier carrera te encontrarás a ti mismo, y ese puede ser el instante en que un muro te frene o tú lo destroces a él.
Pero tal parece que el viejo adagio «Mens sana in corpore sano» (Mente sana en cuerpo sano), no se cumple en todos los atletas.
A este corredor colombiano su actitud antideportiva le podría resultar contraproducente, ya que nada ni nadie tiene el derecho de agredir a otro ser vivo, menos aún si es para ganar una medalla y no representa ningún peligro para su integridad.
Y es que mientras el deportista lideraba una justa maratónica en la ciudad de Neiras, en Caldas, Colombia, surgió de en medio de la calle un inocente perrito que, emocionado, decidió sumarse al grupo de atletas y correr con ellos hasta la meta.
Sin embargo, las ansias de victoria de este hombre, cansado de tener al perrito pisándole los talones lo llevaron a estallar en plena competición y sencillamente le propinó al animal una soberana patada para alejarlo y evitar que lo retrasara.
“En ningún momento el perrito obstaculizó la marcha del atleta. El hecho es injustificable por sí mismo”, aseguró Luis Felipe López, un asistente al evento.
Y, como todos los perros, inocentemente continuó persiguiéndolos. Quizás pensó que se trataba de un juego, pero fue una agresión de la que todos los espectadores se dieron cuenta, no así los otros deportistas que, concentrados en correr solo siguieron, sin percatarse siquiera de lo que había hecho el corredor.
A pesar de haber quedado de primer lugar en la competición, nadie olvidará el hecho de lo que fue capaz de hacer para obtener la victoria.
No hay razón en el mundo que justifique la deplorable acción de este hombre, ya que existen muchos ejemplos de deportistas a los que se les atraviesan animales en su camino y, sin lastimarlos, logran rebasarlos y mantenerlos seguros.
“No hay nada que justifique la agresión y mucho menos cuando se trata de un inocente animal, que solo quería correr junto a los atletas”, expresó una mujer, indignada.
Sin honor, no hay victoria, y este es un claro ejemplo que debemos repudiar porque, este deportista se podrá ganar mil maratones y tener una bóveda llena de medallas de oro, pero si le falta empatía y humanidad, valores que siempre es necesario fomentar, seguramente estará muy fuerte por fuera, pero, por dentro, no tendrá nada.
Este inocente perrito es un ejemplo más de nobleza, ya que pudo simplemente contestar a la agresión, sin embargo siguió su carrera animosamente.
Por él y muchos otros, nunca nos rendiremos, nunca cederemos en nuestras convicciones del honor y el buen sentido. Sobre todo en lo que respecta a la preservación y al cuidado del medio ambiente.
Mucho menos dejaremos de levantar la voz por este tipo de acciones injustificadas y desde todo punto de vista repudiables en contra de nuestros amados y nobles compañeros del reino animal.
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