Se calcula que miles de personas han perdido la vida en la lucha por la conservación del medio ambiente. Honduras, Perú y Colombia son tres de los países en donde más decesos se han presentado, solo en América Latina.
No obstante, estos aguerridos e incansables protectores de los seres vivos están en todas partes, así como sucedió en el hemisferio sur donde un hombre se ha convertido en un verdadero héroe popular. Es apenas uno más de la larga lista de ecologistas que luchan a diario desde el anonimato y de cuyo trabajo apenas se tiene noticia, salvo si sufren algún ataque grave.
La playa de surf, Muriwai, en la costa oeste de la región de Auckland, en la isla norte de Nueva Zelanda, con su arena negra y agua helada, fue el escenario del valeroso rescate.
Un tiburón blanco se encontraba varado en la orilla, pero gracias a la rápida acción de un conservacionista neozelandés, Josh Grimshaw, la historia del animal pudo ser muy diferente.
Aparentemente, el tiburón no supo cómo desenredarse de una cuerda de navegación que lo mantuvo inmovilizado y lo arrastró violentamente hacia la arena. Providencialmente, apareció Josh, quien al tomar suavemente al pez por la cola y girarlo hacia adelante, lo arrastró hasta el agua para que volviera a nadar y logró liberarlo de un trágico final.
Finalmente, el escualo, pudo salir al mar y volver a casa.
“Cuando vi al pez luchando por tratar de escapar de lo que iba a ser una muerte segura, sin agua y sin ayuda, no lo pensé dos veces y decidí actuar”, aseguró Grimshaw.
No se sabe cuánto tiempo duró el pobre tiburón atrapado, pero lo cierto es que el intrépido conservacionista llegó justo en el momento preciso para salvar al animal.
Esta acción le ha valido una lluvia de reconocimientos y felicitaciones de parte de miles de espectadores que han visto el video de su hazaña publicado en las redes sociales.
“Necesitamos más gestos así, estos son los verdaderos héroes anónimos de los que nadie habla”, pudo leerse en otro de los comentarios a las imágenes del rescate.
El activista demostró, con su gran esfuerzo y dedicación, que la pasión por la conservación de la naturaleza es una actitud innata que traemos desde niños.
Definitivamente, nos sobran infinidad de razones para decir por qué amamos y sentimos pasión por los animales. Una muy simple y sencilla es que nos hacen más felices; nos acompañan, nos cuidan, nos enseñan; porque no entienden de diferencias, nos regalan momentos inolvidables y, simplemente, porque son ellos.
Seguro que tú también tienes infinidad de razones más por las que quieres tanto a tu mascota, por eso, comparte esta historia con tus seres queridos y amistades. ¿Te animarías a contarnos alguna?