Ver a Otávio meneando su cola y con sus ojitos brillantes sin separarse de su dueña es lo más esperanzador que existe. Pero nadie puede imaginar su pasado, una vida de malos tratos e injusticias que dejaron enormes huellas como enorme es el amor que ahora recibe de Joice Lamas y su esposo, la pareja que lo rescató.
Otávio conoció la felicidad verdadera un año atrás cuando consiguió un hogar lleno de amor.
Pero solamente quien ha tenido un pasado oscuro sabe que si bien los días luminosos de ahora es algo que no cambiaría por nada, las duras experiencias previas en ocasiones son difíciles de borrar. Y si eso sucede con los humanos, con los peluditos es más complicado aún.
Otávio vivía con su antiguo dueño, que era un acumulador de perros. Los descuidaba, los trataba mal, no los alimentaba, ni mucho menos recibía afecto de su parte. Pero afortunadamente, todos lograron ser liberados de ese encierro y llevados a un refugio hasta sanar su dolor y ser adoptados.
“Desde el primer momento que lo vimos, nunca hemos estado separados“, contó Lamas
En un principio era un perro totalmente tímido y se resistía a cualquier caricia humana. Pero con el tiempo, fue confiando en su humana, y de ser absolutamente reacio al tacto, pasó a ser un adorador de los mimos y acurrucarse con Joice.
Sin embargo, las fuertes cicatrices de su vida pasada aún permanecen en su corazón. Ni siquiera todo el amor que ha recibido durante un año ha sido suficiente para borrarlas, y lo demuestra especialmente cuando come.
Otávio siempre raciona su comida y deja su plato por la mitad. ¡Es desgarrador!
No se sabe a ciencia cierta por qué lo hace, pero sus dueños presienten que es por los años en los que no tuvo con qué alimentarse.
«Probablemente le servían comida de vez en cuando, así que solía guardar un poco para otros días o tal vez la reservaba para darle algo a los otros perros hambrientos con los que vivía», asegura su dueña.
Cuenta Joice que se le parte el alma, no importa cuánta comida le sirva, siempre dejará la mitad.
“Es muy triste. Siempre le digo: Está bien si comes todo», cuenta Joice.
Aunque es verdaderamente devastador, lo importante es Otávio ya no deberá temer por quedarse sin alimento nunca más. Ni qué decir de las caricias y el tiempo de calidad que le dedica su dueña.
«Cuidar de un perro salvado de los malos tratos puede ser un desafío. Pero verlos transformarse hace que todo valga la pena. Un animal rescatado es mucho más dulce, más agradecido y afectuoso que otros. ¡Son simplemente increíbles!”, concluye Joice.
Es una historia absolutamente desgarradora, pero que nos ayuda a crear conciencia de las profundas cicatrices que puede dejar la maldad humana en el corazón de un perrito. ¡Compártelo!