Los niños son los seres más inocentes y de mayor nobleza que existe sobre la tierra. Y es habitual que con su espontaneidad y dulzura terminen por robarnos el corazón. Pero está claro que cuando de defender su postura se trata, algunos de ellos nos dan verdaderas lecciones no sólo por su gran capacidad de argumentar sino porque sobre todo sale a flote lo que realmente hay en su corazón.
Como lo que sucedió con una niña cuando vio un gatito indefenso abandonado en plena calle.
La pequeña vive en Colombia con su familia
La pequeña totalmente dolida de que el pobre animalito tuviera que permanecer bajo el frío y la soledad de las calles, trata de convencer a su abuela de por qué el único camino posible es quedarse con él. Pero para mala suerte de la niña, a la mujer no le gustan los gatos.
Sin embargo, la niña no se iba a dar por vencida tan fácilmente y empieza a protagonizar la más épica argumentación, que es verdaderamente adorable.
Cuando la mujer le insinúa que no pueden hacer nada por él y que lo deje llorar, la pequeña totalmente indignada responde:
«Él no tiene casa, abuelita, ¡Pobrecito!¡No tiene casa!. Él sólo vive en una calle. Se va a morir de hambre».
Pero la abuela le dice que eso no va a pasar, ya que el gato puede cazar ratones. Pero esa respuesta no es en lo absoluto válida para la pequeña, que sigue insistiendo: «Es que yo quiero un gato para jugar con él».
Después empieza a decir que hacer eso no es de personas buenas. Menciona a un programa infantil llamado LazyTown y le dice a la abuela que si no le deja entrar al minino, entonces ella va a ser como el malo de LazyTown, y que no hay que hacerle caso a él.
Entonces la abuela le dice que en eso tiene la razón, «al único que hay que hacerle caso es a Dios». A lo que la niña responde, dejándola con la boca abierta:
«Si no les haces entrar a los gatos, pues Dios te castigará»
Viendo la pequeña que a pesar de que todas sus razones eran poderosas, pero su abuelita se mantenía en su postura de no querer adoptar al minino, intenta su último recurso, arriesgando incluso su propio techo:
«Si usted no me lo deja entrar, pues déjeme afuera con el gato», dice la niña provocando la risa de su abuelita.
Pero la mujer se mantuvo firme aceptando su propuesta y diciéndole que efectivamente la dejará afuera con el gato.
La pequeña, por su parte, se marchó un tanto molesta, pero la abuela no paró de reír con las ocurrencias de la niña, y en el fondo dejándola pensar para rato al ver su enorme corazón:
Qué gran lección nos acaba de dar esta pequeña. Si el mundo contara con dos corazones como el de ella, el destino de muchos animales sería muy diferente. ¡Compártelo!